UN FIN DE SEMANA INOLVIDABLE


Brota de mi alma y corazón una enorme gratitud hacia mis seres queridos.  El número del núcleo que componía mi familia era de diez, ya mi padre hace algunos años descansó, pero gracias a Dios nos queda nuestra madrecita bendecida y muy bien cuidada por mi hermana Liccy. Nosotros somos ocho hermanos, nos pusimos de acuerdo para reunirnos y celebrar el cumpleaños número ochenta y siete de nuestra amada madre, y decidimos hacerlo el fin de semana del domingo quince de septiembre.

 
Cada uno fue llegando como pudo y cada uno venía con sus manos llenas.  Mi hermana Suni traía una caja más grande que ella, llena de galletas cubanas.  Yo le había dicho que si venía sin esas galletas la regresaba, porque son mi encanto.  Los demás con pan cubano, pastelitos de guayaba etc. En fin, una tremenda abundancia y variedad. Eso sin contar las delicias que nos tenían el matrimonio de Asbel y Liccy, que se desvivían por ponernos lo mejor.  Y junto a eso, sus sonrisas de felicidad.  Fuimos llegando uno a uno y… los años no pasan en vano, dejan hondas huellas, y al final no sabemos si nos podemos volver a reunir.  Por eso, aprovechando el tiempo y cada minuto, nos decíamos una y mil cosas.  Nos hacíamos alguna crítica, porque ya no estamos iguales que antaño.  Cada uno tenemos una figurilla diferente, alguna sonrisita de medio lado, alguno que otro tumbadito de lado, pero lo que sí está intacto es el mismo amor, el mismo espíritu y las mismas peleas de hermanos de cuando éramos jóvenes ¡Cómo nos reímos! Hasta llegar a darnos  mareo, porque eso también viene con los años.

 
Pasamos ese domingo en la hermosa residencia de Eric y Ashley, los hijos de Liccy.  Ashley, una tremenda anfitriona. La casa la arregló con mucha gracia y elegancia para la deseada cena.  Muy atenta y cariñosa y con un gusto exquisito.  Comimos, bebimos,  gozamos y disfrutamos como nos gusta a nosotros.   Eric, lleno de fe en Dios, cariñoso y dulce como su madre y Asbel.  Su padre se movía comprando y trayendo a la casa cosas cada vez más deliciosas para degustar.  Ashley se movía de un lado a otro demostrando ser una esposa cariñosa y considerada, amable, sacrificada y diciéndonos con cada detalle y movimiento, que ama tanto a su esposo que acepta este tremendo familión imperfecto y grande, pero que velamos el uno por el otro.

Leonides, nuestra madre, sentada en un reclinable bien confortable esperando que pasaran las horas y llegara el regreso a su hogar, del que no le gusta salir.  Está gastadita por los años, que no perdonan, pero guardando su serenidad, sin alterar su semblante dulce y noble.  Quiero apropiarme de las palabras que le dijo Andrés Mondéjar a su madre: “¡Monumento de madre! Santa, ¡mil veces santa!  ¡Madrecita, cuánto te amo!”

Rhodes, nuestra hermana mayor con su linda nietecita, le daba gusto al paladar sentada en la punta de la mesa con un bistec más grande que el plato, un puré de papa exquisito preparado por mis hermanas Liccy y Milca, que saboreaba lentamente como si no quisiera que se le acabara, probando entre una cucharada y otra la ensalada exquisita en que hacían aparición unos trozos de aguacate que invitaban al convite.

Suni, nuestra segunda hermana también llegó con dos de sus lindos nietos, callada, degustando, se nota el cansancio de su arduo trabajo.  Atenta y con gestos de protectora,  de todo lo que probaba me daba a mí en la boca, como cuando éramos niñas ¡Cuánta ternura!  Me decía: “Mera, prueba esto”, y si me veía que comía de más, me regañaba, para cuidar mi salud.  Así es ella.

Yo soy la tercera de los ocho hermanos, que disfrutaba todo queriendo grabar cada detalle, para conservarlo en mi mente como lo más grande y hermoso vivido ¡Cómo los amo a todos! !Qué linda mi  familia!

Liccy, nuestra cuarta hermana, delicada y con un corazón tierno, por todo se le estruja el corazón.  Se da toda para todos, cuida a nuestra madrecita con esmero, a su familia, a mi hermana mayor y a la más chica, y si por ella fuera, también a mí y a las demás nos cuidaría con entrega.  Es un amor incomprensible para el que no sabe amar, no terminaría si pusiera cada detalle de su bondad.  Allí en su casa es que nos recibió a todos, dándonos atenciones y un desborde de cariño.

Roberto, nuestro quinto hermano preguntándonos siempre si carecemos de algo para suplirlo, a pesar de los años no cambia, él se mantiene guapo e interesante, y fue él el que preparó los bistecs al BBQ, y los mandaba a la mesa calienticos, para vernos comer hasta quedar satisfechos. ¡Cuánto encanto tiene cada uno! ¡Qué bella es mi familia! ¡Cuánto los quiero! El dice que si tuviera la oportunidad de volver a nacer pediría los mismos padres y los mismos hermanos, eso es amor del bueno.

Milca, nuestra sexta hermana, llegó con su esposo Magdiel, a quien cariñosamente le decimos Maky.  Suave, inteligente, forman una linda pareja.  Están envejeciendo juntos, pero todavía se conservan muy bien.  Nuestra hermana parece que tiene veinte años menos que los que tiene.  Cuando nos juntamos nos reímos hasta por gusto.  Tenemos anécdotas de cosas que nos pasan a mí y a ella porque somos cuentistas.  Me comí los tostones más ricos del mundo hechos por ella.  Me demuestra su amor en cada acto de su noble corazón.  No me quería separar de ella ni de ninguno.

Arturo, nuestro sexto hermano, ahora de mayor tiene más acentuado el parecido con mi papá.  Su pelo blanco y sus ojos achinados, con aquella mirada pícara.  Haciendo chistes todo el tiempo para hacernos reír.  No podíamos, aunque hubiéramos querido, cerrar la boca a su lado.  Los dolores de la vida se mitigan con esa forma muy suya.  Teniendo muy amplio conocimiento de todo, podemos preguntarle lo que nos inquieta y él tiene respuesta clara y precisa.  Nos deleitó en el piano con “El Danubio azul”.

Orfa, nuestra última hermanita, la que nos esperaba con tantas ansias hasta el desvelo, la que me apretó tan fuerte como para fundirme en ella, la que más nos extraña, la que ya no sabía qué darme.  Queriendo quitárselo todo y regalármelo para hacerme sentir bien, atendiéndome todo el tiempo hasta enternecerme.  Ella no sabe si no se lo digo aquí, que me estrujó el corazón allá muy dentro, donde no puede ver nadie, solamente Dios, me llegó hasta las fibras más sensibles y más hondas y me brotaron lágrimas invisibles para no hacerla sufrir.  Me dijo cuando me iba: “Ay, voy a caer en depre”, como le dice ella a la depresión.  Estuvo a mi lado todo el tiempo, mimosa, dulce, arrebatadora. ¡No sabes cuánto te quiero, mi hermanita Orfi!

 
Llegó el momento de la despedida…

 
Y llegando a mi casa, después de tomar un sabroso y refrescante baño, me senté a escribir esto que leen, mientras  Daniel duerme para reponerse de tantas horas manejando, ¡tiene un aguante increíble! Me prometió cuando se levante llevarme a un buen restaurante a comer.

 
Esto es solamente una pasadita de lo que vivimos ese fin de semana inolvidable, para decirles a todos gracias, los quiero y estas palabras van acompañadas de gruesas lágrimas que corren por mis mejillas sin poderlas detener.  ¡Qué difícil separarme!


¡Un fin de semana inolvidable!   ¡Gracias, Dios mío!

Libro de recetas de cocina por Merari Martínez

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Ya está listo “Así cocino yo”, de Merari Martínez. Tiene más de noventa recetas deliciosas de cocina. Desde platos finos a postres deliciosos.

Para hacer sus pedidos, comuníquense a través de la página de la nieta de Merari, Ailene Rivas, quien está encargada de la publicación y distribución del libro, siguiendo este enlace: https://officiallyailene.com/2018/10/02/cookbook-orders/

¡No dejen de hacer sus pedidos hoy mismo!

Pastel de papa con picadillo

Ingredientes:

5 libras de papa amarilla

1 libra de picadillo

1 cebolla

3 dientes de ajo

½  ají verde

½ ají rojo

¼ copa de cilantro

¼ cdta  de tomillo seco

Pimienta

Sal

¼ taza de salsa Worcestershire

2 cdas de pasta de tomate

2 copas de zanahoria

2 copas de pitipua

2 copas de céleri

½ copa de crema agria

½ copa de mantequilla

copa de queso cheddar

 

Preparación:

1-Poner a la candela una olla con agua. Pelar las papas, lavarlas y cortadas en cubos, echarlas en la olla para cocinar. Cuando estén blandas hacer un puré agregándole ½ taza de crema agria y ¼ taza de mantequilla.

2-Poner en una sartén el picadillo a cocinar con todos los sazones. Agregar  la salsa Worcestershire, y la pasta de tomate. Añadirle las zanahorias cortadas en rueditas, el céleri y el pitipua, dejarlo hasta que seque.

3-En un molde para horno, poner una capa de puré de papa, encima distribuir uniformemente el picadillo con los vegetales, agregar otra capa de puré de papa, ponerle el queso cheddar cubriéndolo todo.

4-Calentar el horno a 300 grados *F. y ponerlo durante unos 25 minutos o hasta que la superficie esté dorada.

Mmm delicia total!!!

 

Calabaza al horno

 

Ingredientes:

1 calabaza.         

3 cucharadas de  aceite de oliva.                                       

Sal .

Pimienta.

¼ copa de agua.

 

Preparación:

1- Calentar el horno a 375°F.

2- Cortar por la mitad a lo largo, la calabaza y con una cuchara sacarle las semillas.

3- Ponerle generosamente la sal, la pimienta y el aceite de oliva.

4- Poner la calabaza, previamente cortada al medio, boca abajo en la tártara del horno y echarle ¼ de copa de agua. Dejarla en el horno por 45 minutos.

4-Cuando la calabaza esté cocinada, esperar que se enfríe un poco. Puede preparar un puré o comerla así.

Delicia total!!

 

El Dios de las maravillas

Nuestro Dios es más grandioso y maravilloso de lo que podemos imaginarnos, por eso ¡merece todo nuestro respeto, lealtad y amor! Su inmensurable amor para mí es la maravilla más grande.

Leamos unidos Juan 3-16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Og Mandino nos hace reflexionar: “Eres el milagro más grande del mundo”.

¿Es débil tu corazón? ¿Tiene que luchar y esforzarse para mantenerte con vida? No. Tu corazón es fuerte. Pon tu mano sobre el pecho y siente su ritmo, bombeando hora tras hora, día y noche.  Treinta y seis millones de latidos al año, año tras año, despierto o dormido, impulsando la sangre a través de cien mil kilómetros de venas y arterias, llevando más de dos millones de litros de sangre al año.  El hombre jamás fue creado como una máquina. ¡Qué maravilla! Pero ¿habrá algo más grande que saber que Cristo murió por mí, que me perdonó siendo yo un pecador? ¿Que pagó mi grande deuda que yo con nada podía pagar? ¿Que me tiene un lugar hermoso? Lugar donde reina el gozo, donde no existirá el dolor, donde todos alabaremos sin cesar al que me amó de tal manera que no estimó sacrificio.  Y lo hizo por mí, para darme un lugar eterno, el cual todavía no puedo llegar a comprender, solo puedo imaginar tanta perfección. Por eso, embelesada y admirando tanta gracia y amor, exclamo: Es inmensurable el amor del Dios de las maravillas.

“En la medida que entendemos la grandeza de Dios y sus maravillas en nuestra vidas, nos sentiremos agradecidos por todo lo que nos regala”.