Hoy cumple años mi hermano más pequeño, Abel Luis. Y esto de pequeño no significa que es un niño, porque en realidad, a su vez, él ya es abuelo de un precioso niño. Pero quiere decir que de cuatro hermanos, él fue el último en nacer y de esa forma completar el hogar de Mirtha y Florentino, allá en Camagüey y finalizando la década de los 50.
Su llegada trajo algo especial para mí. Recuerdo como si fuera ahora, la noche maravillosa que en la madrugada, nos despertaron para decirnos que al fin había llegado la cigüeña tan esperada y nos había dejado un hermanito. No puedo olvidar el feliz momento en que depositaron en mis bracitos (tenía 3 años y cinco meses) aquel hermoso bebé, blanco y rosado, con un olor tan delicioso, que después que tuve mis propios hijos comprendí que es propio de los bebitos, pero que en aquel momento, yo creí que era solamente de él. ¡Aquello fue amor a primera vista! Y de ahí en adelante, yo viví para cuidar y complacer a mi hermanito más chiquito, a quien llamamos con amor Nene.
Nuestra infancia fue feliz, y creo que no exagero cuando digo que “otros niños nunca fueron tan dichosos como yo” pues nuestro hogar fue siempre un refugio, un lugar seguro donde había amor y comiditas deliciosas preparadas por la madre, mucha alegría, libros, juguetes y la amorosa atención del padre. Mima y Pipo, nos rodearon siempre de un cuidado especial y nos dieron a todos por igual mucho amor.
Cuando nos convertimos en jóvenes, todos decidimos seguir los pasos de nuestros padres en el servicio a Dios y a la iglesia y esto fue un lazo más que nos estrechó en el amor que siempre nos ha unido. Al casarnos y cada uno formar su propia familia y tener su propio hogar, no nos hizo alejarnos, al contrario, nos completó y fortaleció aun más el vínculo amoroso y afectivo, al poder experimentar la alegría de convertirnos en padres y tíos.
Y cuento todo esto, porque siempre he amado a mis hermanos, a los tres, sin hacer diferencia, porque cada uno es especial para mí. Pero hoy quiero hablar del chiquito de la familia, de mi hermano Abel Luis.
Mi hermanito pequeño, el de la sonrisa alegre y del entusiasmo inagotable , de la alabanza continua y la animación perpetua, me admira tu devoción, entrega y amor por las cosas de Dios y de la iglesia. Y trae a mi memoria que desde que eras un bebito y veías a Mima comenzar a bajarse las mangas del uniforme para ir hacia la iglesia, te querías salir de la cuna para irte con ella, y me parece que una de las primeras palabritas que dijiste al comenzar a hablar fue “culto” pues le tendías los bracitos y le decías a Mima, “culto, culto” para que te llevaran a la iglesia. Y de ahí, desde entonces hasta el presente, nadie te ha podido sacar, ¡gloria a Dios!
Deseo para ti, todo don perfecto que viene del Padre y que recibas toda bendición de El.
Que puedas sentirte feliz, porque has vivido tu vida entera, exactamente para lo que fuiste creado, “para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado”
Y como dijo el compositor: “Que no se acabe el júbilo en tu corazón. Que no se agote el Aleluya de tu voz. Nadie te robe el gozo que Él te regaló…”
Que puedas ver hechos realidad los anhelos de tu noble corazón, y puedas continuar llevando a otros ánimo, esperanza y fe con una alabanza para Dios.
Feliz cumpleaños mi hermano y que Dios te permita cumplir muchos más para bendición de los que te amamos.
Felicidades Abel Luis en éste tu día especial, y que te mantengas así como lo descreibe tu hermana tan bién, porque has vivido tu vida entera, exactamente para lo que fuiste creado, “para alabanza de la gloria de su gracia».
Elocuente felicitación para tu hermano, felicidades Judita, me encanto.
Te queremos Abel.
Te queremos Judith.
Felicidades a los dos.
Besitos y abrazos, y a cantar Feliz cumpleaños lo que nos queda de día.