La iglesia que yo atiendo está enclavada en un villorrio que se encuentra cerca de la periferia de la capital de Cuba. El pueblecillo tiene varias entradas y por donde quiera que Ud. llegue, siempre tendrá que descender hasta él pues su área poblada está ubicada entre dos arroyuelos que se entrelazan en un pequeño y fértil valle lleno de palmeras, cañaverales, cocales, mangos y guayabas con pequeñas elevaciones a su alrededor. En este sitio casi desconocido de la geografía cubana he trabajado como pastor durante algunos años. Es un lugar tranquilo, sus noches son apacibles, y tiene amaneceres con trinos de sinsontes que molestan cuando quieres dormir un tiempo más. En fin es un lugar acogedor y con una congregación activa y amada por Dios. Entre los feligreses que tiene mi iglesia hay varios hermanos que son oriundos de la zona más oriental de Cuba, y por ende es visitada con frecuencia por residentes de esa región. Una de esas visitas que marcó y dejó huellas fue la que nos hizo el matrimonio de Sandy Furones y Eliyannis Gámez. A ellos les había nacido su primer hijo en Baracoa, la ciudad primada de mi nación pero algo no funcionaba bien en la criatura al defecar. El bebé tenía problemas con ello y durante meses fue atendido por los doctores de aquel lugar sin poder encontrar la solución mientras el niño se depauperaba cada día más. Recuerdo que el tío de la criaturita, actualmente el presidente de nuestra Sociedad de Jóvenes habló con mi hija de crianza Marialis, para que ella a su vez le comentara de este caso a su hermano Hermes Hernández, afamado cirujano del Hospital Pediátrico de Centro Habana. La transportación del niño hasta La Habana fue una odisea, pero llegó y lo internaron en la sala de Cuidados Intensivos de dicho hospital. Era a mediados de septiembre de 2009. Se iniciaba un largo y doloroso camino a transitar por mis hermanos. Pruebas y más pruebas con el niño, hasta descubrir que era un problema de nacimiento en sus intestinos que impedía la salida de las heces y fue llevado al quirófano donde se le practicó una colostomía. A partir de ese momento el niño comenzó a mejorar y en cuestión de días engordó muchísimo, le dieron el alta médica y le trajeron para mi comunidad. Aquí sus familiares y todos estábamos pendientes del progreso de aquella criatura de apenas unos meses de nacida que había vuelto a la vida como un milagro. La familia Orduñes Domínguez con su acostumbrada bondad asumía los retos mayormente. Nos acostumbramos a verlo los sábados cuando lo traían al culto divino y sonreía con los chistes y mimos que le hacíamos. Sus padres eran sencillos, jovencitos, inexpertos pero muy felices por haber encontrado lejos de casa otra familia. Tan rápida fue la recuperación del bebito que los doctores en marzo quisieron reinsertarle el intestino nuevamente para que terminase su tragedia. Recuerdo la última vez que lo vi con vida. Su madre lo cargaba muy feliz mientras yo le acariciaba su carita angelical con el sol matizando su color rosado. De nuevo al hospital y otra vez al salón de operaciones. Todos estábamos pendientes del resultado de la intervención quirúrgica. Bien, salió sin complicaciones fueron las palabras del Doctor Hermes, y extenuado después de horas de labor intensa partió a su casa. Nos regocijamos por ello, pero seguimos orando. Con el paso de las horas la situación cambió y el niño comenzó a empeorar. Éramos tan felices que nos sorprendió la noticia. Se agravaba cada día pese a todos los esfuerzos de la ciencia humana hasta que llegó el 22 de marzo de 2010. Ese día yo dirigía la reunión de ungidos en La Habana. Me llamaron al móvil diciéndome que orásemos especialmente por Michelito. Los meses que era atendido por mi Iglesia nos hacían tener un papel protagónico en ese asunto difícil y nos habíamos encariñado con él. Oramos intensamente pidiendo la voluntad de Dios. Minutos más tarde me comunicaron que había fallecido …apenas tenía cerca de 11 meses de nacido… y no murió a consecuencia de la operación que fue exitosa, sino producto de una bacteria que lo contaminó en el salón de operaciones. Así lo dictaminó el resultado de la autopsia semanas después.
Terminamos nuestra reunión adoloridos disponiéndome a preparar las condiciones para el funeral pues se iba a velar en la Iglesia. Yo cargaba un profundo pesar. No podía ni pensar en el servicio de despedida pero como pastor tenía que hacerlo y en la medida que avanzaban las horas y acercaba el sepelio sentía un dolor que me partía el pecho. ¡Que difícil se hacen estas cosas que la razón humana se niega a comprender, y que solo en la potestad de Dios están las respuestas! Aquel día en la mañana con una iglesia llena de congregaciones vecinas, hermanos y amigos de la localidad hablé de los planes de Dios que son enigmáticos a veces y que queremos en contra de su voluntad todo lo que Él por su sabiduría quiere evitarnos. Conté una anécdota real oída por la boca del padre sufriente, un santo de Dios llamado Rodrigo Rodríguez. Años atrás él también tuvo un niño que nombraron Israel Rodríguez Lores, y fueron alertados por Dios de que el chico iba a morir. La madre del niño no aceptó la revelación y se puso en ayuno hasta que Dios le prometiera vida a su hijo. No hubo consejos ni nada que lo impidiera, ella ayunó hasta el 5to día sin respuestas, pero ese día cambió los planes de Dios. Nuestro Padre Celestial le confirmó la vida del niño, lo que ella no sabía que vendría después y de cuantos problemas Dios libraba a su familia bendiciéndoles con la muerte del pequeño aunque no lo entendieran. Definitivamente quedó sano, pero poco después la madre murió y la nobleza extrema de ese extraordinario hombre de paz no pudo controlar al joven rebelde y mala cabeza que desde cárceles especiales para adolescentes, hasta los sitios de mayor peligrosidad en Cuba han sido recorridos durante décadas por el niño que Dios iba a recoger sin pecados. Hace dos años al pasar en un recorrido nacional por Jatibonico hicimos estancia en la casa de su hermano menor al que le pregunté por él y me dijo: Sigue entre rejas. Ya Israel Rodríguez Lores debe andar frisando los 50 años y de ellos se acerca a los 40 en prisión. Cuanto sufrimiento evitado, cuanta tragedia evadida, pero no entendemos los planes de Dios y no nos acostumbramos a la idea de morir. Aquella mañana terrible quise consolar explicando los misterios de Dios y su visión del futuro. Todos lloramos y me esforcé bebiéndome las lágrimas en traer esperanza en mi apología al final que Dios había querido mientras miraba aquella cajita blanca con ese ser que nunca conocería de los afectos que sus amantes padres le profesaron.
Llegada la hora, el sepelio partió hacia la ciudad de Bauta en un recorrido de cerca de 40 minutos y en la tumba donde descansan los restos del apóstol Ángel María Hernández, muy atendida y cuidada por los pastores y hermanos de esa localidad depositamos aquel cuerpecito. Todos estábamos consternados y más conociendo que su madre no pudo entrar a la necrópolis por el dolor que sentía llorando lágrimas de sangre en mi auto donde se encontraba. Concluí el acto que inicié en la Iglesia cantando himnos de esperanza, leyendo citas de la Palabra hablando de la vida eterna, y al final con frases de agradecimiento despedía a la multitud que nos acompañaba cuando su padre me dijo: Pastor yo quisiera hacer una oración al final de sus palabras. Lo miré con infinita ternura, lo abracé con todo el cariño que pude expresarle y le dije: sí hijo, has la oración. Recuerdo que me retiré y apoyé mi cabeza sobre la columna de una tumba cercana y él comenzó a orar. En ella expresó que había comprendido el plan de Dios. No se quejó por la partida de su primogénito, solo dijo que aquel deceso le comprometía a ser más fiel, pero que le hacía una petición al Padre de la Gloria. A gritos cargados de sollozos oró: Padre mío, yo quiero cuando tú vengas en tu gloria tener un privilegio a cambio de este dolor, si tu quieres decía, dame la dicha que el primer ángel que yo vea tenga el rostro de mi hijo. Una oleada de lágrimas inundó aquel lugar, aun entre los sepultureros curtidos que con luctuoso respeto compartían la ceremonia y aquella sentida plegaria. Cuando todo terminó y regresábamos a casa confirmé mi convicción. Después de su ardiente oración supe que Dios le respondería y que en el mundo escatológico, en ese lugar deseado y desconocido habrá una hermosa criatura celestial sonriente con la faz de Michelito Furones. Ese día entonces juntitos el padre y el hijo disfrutarán de un lugar donde la muerte tuvo su epílogo por la victoria de Jesucristo en la Cruz.
Dr. Sergio de la C. González
Estimado Sergio es imposible leer esta escritura que hablas de los problemas de salud de Michelito y de su deceso y no llorar, apenas puedo comentar, pero te agradezco profundamente que nos hagas participe de esta anécdota vivida por ti, porque verdad que nos ayuda a entender que la voluntad de Dios siempre será la mejor, aunque nosotros no lo entendamos, y no queramos pasar por esos fuertes dolores, ese padre es digno de mi respeto, gracias una vez más, y cada vez quiero más de tu enfoque.
Bendiciones hermano querido