Cierra por un instante tus ojos y piensa lo que será no poder ver. Algo tan simple como abrir tus ojos después del descanso del sueño y encontrar oscuridad total siempre, darte cuenta una vez más que abrirlos no significa en ninguna manera, luz, sino la continuidad de una noche sin principio ni fin. Que no puedes ponerle un rostro a las voces de tus seres amados, ni disfrutar los colores de la naturaleza, ni ver las maravillas de la creación… imagínate sentado entonces a la orilla de un camino polvoriento, tu mano extendida con desesperación pidiendo limosna, hambriento, con sed, soportando calor y un ruido casi intolerable de una multitud que aunque no la puedes ver, sabes se acerca… y luego la noticia de que se avecina alguien con poder suficiente para terminar la miseria de tu vida y conceder luz que ilumine tus pupilas e inunde tu ser del conocimiento de todo lo que has ignorado hasta ese momento, por no tener vista…
Nunca me ha faltado la visión, pero puedo imaginar a Bartimeo y su gran necesidad de encontrarse con el Maestro. Con cuánta emoción se levantaría de la orilla del camino, cómo sería el estremecimiento de su cuerpo y la angustia llena de interrogaciones de su rostro con dos cuencas sin luz, cuando los que le rodeaban le dijeron : “ Ten confianza, te llama”
Lo que él sentiría después de haber recibido el milagro de poder ver, es facil de comprender… alegría, liberación, paz, un gozo inenarrable y una gran gratitud hacia el que le dio el don de la vista. Por eso le seguía en el camino… porque podía con claridad, ver a Jesús.
No sé tú, pero yo, a pesar de tener dos ojos que en mi adolescencia miraban con claridad y aguda visión física, carecía de la vista espiritual hasta el glorioso día en que Jesús, tal como a Bartimeo, me dio el milagro de ver realmente lo que tiene más valor y entonces pude exclamar: ¡Mis ojos te ven Jesus!
Rodaron sin poderlas retener algunas lágrimas de mis ojos, al leer esta preciosa perla, me hiciste pensar con claridad en el ciego Bartimeo, y otros que viven en una terrible oscuridad, con especialidad a los que no les ha amanecido, siento una inmensa gratitud en mi corazón, porque yo también he podido ver a Jesús, gracias Judita por compartir con tanta gracia lo que el Señor te ha dado.
Un abrazo fuerte para ti.