Al leer estas palabras que había escrito en una libreta de anotaciones hace algún tiempo, después que resonaron un día en mi mente, me estremecí. Una vez más me doy cuenta que Dios me habla, sin merecerlo.
Seguir estas tres recomendaciones me acercarán más a Dios. Simple? Al parecer. Vale la pena? Seguro que sí.
Dios ha puesto en cada uno un alma. Antes sucia, llena de pecado y maldad. Pero al aceptar a Cristo como único Salvador, fue emblanquecida. Esa alma podrida fue cambiada por una nueva, en la cual no existía ninguna mancha o arruga. Un alma de la cual Dios se sentía satisfecho.
Dios tornó nuestro espíritu cansado, solitario, y desdichado en un espíritu nuevo y vivo. Se cumplió la petición del salmista, “crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y pon un espíritu recto dentro de mí.”
¡Qué agradables son las cosas nuevas! Desde una vivienda, vehículo, hasta algo sencillo como un par de zapatos. Pero existe un significado mayor y un sentimiento de satisfacción más profundo en el proceso de la renovación. Si alguna vez has sido parte de un proyecto de remodelación de una casa podrás entender exactamente lo que digo. Cuando las paredes manchadas son remplazadas por la limpieza de una nueva pintura, y todo aquello viejo e inservible desaparece y en su lugar son puestos muebles y decoraciones, se respira un aire limpio que hace que el corazón de los que allí viven salte con emoción. Un lugar que antes era desagradable, es ahora un oasis. Así es la obra de Dios cuando nos limpia con su amor dejándonos resplandecientes. Es entonces cuando nos sitúa al pie de la montaña de santidad, para que la escalemos y al llegar a la cima poder disfrutar de una eternidad junto a El.
Sin embargo, con el paso del tiempo, cuesta arriba, nuestra alma se ensucia; se empobrece nuestro espíritu al querer enriquecer el cuerpo. Y como Saúl, rey de Israel, una simple desobediencia nos puede llevar a la ruina. Por eso Dios no se cansa de recordarnos su amor infinito. El quiere llevarnos a la cumbre para que allí disfrutemos de ‘cosas que ojo no vio, ni oído oyó.’
Si hoy te sientes que has retrocedido, descendiendo la montaña, su voz te dice que hay esperanza para ti. Pasa tiempo con El. Así le conocerás mejor y será mas fácil la jornada. Al mantener una estrecha relación con tu Dios, podrás vencer las grandes dificultades que se enfrentan en el camino.
Luchemos por cambiar nuestra alma, renovar nuestro espíritu y escalar la montaña de santidad.
[audio: http://www.rincondeamistad.com/wp-content/uploads/2011/01/19-La-Montana.mp3|titles=La montaña]
Querida Dunesita, te estaba extrañando, me alegra mucho verte por aquí. Qué tema tan importante has compartido hoy con nosotros. Ojalá que a todos nos estremezca fuertemente para que de verdad nos preocupemos por alcanzar el nuevo nacimiento (sin el cual no podremos entrar al reino de los cielos) y escalar la montaña de la santidad, para poder ver a Dios.
Recibe un fuerte abrazo
Gracias Dunia
Muy hermoso como siempre que escribes, este tema muy importante, espero que tus visitas sean más seguiditas.
Besos
Dunita, esto es crema de la buena, gracias por compartir esta belleza de escrito. He experimentado en estos últimos meses ese proceso que tan bien explicas de las remodelaciones y qué satisfacción se siente cuando todo se ve transformado. Que Dios me ayude para que mi alma y mi espíritu puedan ser renovados cada día. Te quiero.
Querida Dunita, me gozo grandemente al poder escribir este comentario sobre tu artículo, que me llenó de gran preocupación, porque no es fácil eso de ascender la montaña de la santidad, y sin embargo, «sin santidad, nadie verá al Señor» y ¡cuánto anhelo verlo! Pero me consoló el consejo que das, de pasar tiempo con Él, y que su voz me recuerda que aun hay tiempo para mí. Me uno a ti en esa lucha diaria que enfrentamos de cambiar nuestra alma, renovar nuestro espíritu y escalar la montaña de la santidad. Besitos
dunesita, que hermosura, me ha llegado a lo profundo de mi corazon, gracias por compratir estas bellezas, besos y bendiciones.