Hemos vivido días tensos y muy complejos en estos últimos tiempos que corren velozmente. El flagelo andante que destroza el mundo, el microrganismo que paralizó el planeta, nos arrebata a otra persona amada en nuestra congregación.
En el centro del Caimán caribeño en la ya distante década del 40, en Floridano, sitio de la antigua provincia de Las Villas, el matrimonio Duménigo Fabregat recibió con mucha alegría el 15 de enero de 1948, una nena de ojos azules como el mar. Y creció la chiquilla entre personas que amaban a Dios y le enseñaban su Palabra. Tanto fue así que muy niña, apenas con 12 años dedicó su vida para servir a Jesucristo hasta el último aliento en días recientes.
Su unción el 31 de diciembre de 1960 nos deja su mensaje: “Estaré con vosotros todos los días hasta el fin” Mt. 28:20.
Sin mí nada podéis hacer, mi compañía es necesaria y si yo con vosotros, ¿Quién contra vosotros? Haced de buen ánimo mi voluntad, obras de mi agrado aseguran mi compañía”. Apóstol Ángel María Hernández. Hablar de Sarah, es recordar a una mujer virgen que en las lides del amor marital fue privada de experiencias, que no tuvo hijos naturales, pero muchos, de varias generaciones, que le amaron hasta lo increíble y es muy vívido observar que las constantes muestras de pésame llevan un calificativo permanente: Tía Sarah Mirta…
Recordarla en este compendio de su trayectoria, es traer memorias de una dama que enfrentó con hidalguía las terribles circunstancias que el dolor le impuso, con la partida temprana de sus hermanos Pedrín y José; ambos fallecidos a causa de terribles accidentes, e imponerse a la adversidad asumiendo responsabilidades de hermana mayor, cuidando a sus progenitores hasta su deceso.
Ella ganó por derecho propio su conversión en la Artista de las telas, del bordado, de las canastillas, de las insignias de todo tipo y diversidad, fuiste además la mujer virtuosa que tuvo liderazgo en muchas cosas en su organización, entre ellas la imprenta, el departamento infantil mientras servías como misionera en su tierra natal.
Sarah fue muy versátil, competitiva, (defendía a las damas con una pasión extraordinaria), filántropa, cuidadosa de los detalles más nimios…
La conocí siendo un adolescente primario cuando iba a cuidar a los ancianitos en el Hogar donde crecí junto a mi padre. En ese tiempo cumplía sus deberes de asistencia, y la contemplaba siendo una misionera joven que se entregaba con todo a sus obras de caridad y ayudas.
Fue amante de los viajes sin fin y pocos sitios de los Soldados de la Cruz en cualquier país o región del mundo, y más allá, estuvieron fuera de su alcance, pues junto al G.A.M.E. visitó esas obras que ayudó con su economía a construir.
!Cuántos recuerdos se agolpan en mi mente cuando emborrono estas cuartillas! Muchos… Mujer de decoro y limpieza, varona de principios sustentados en la fe gloriosa de Jesucristo. Así era ella, y de ese modo guardaré tu mirada de ojos celestes y andar cansino; donde las redes sociales extrañarán tu impronta con tus saludos y comentarios permanentes, y tu familia y hermanos en la fe, la firmeza permanente ante la adversidad.
Aunque me avisaron inmediatamente de tu partida, preferí no ir a la casa de tu amada Saddy y Rafael, quienes optaron por el sacrificio de tu depauperación progresiva, que enviarte a un lugar donde terminar tus días en paz, pero en solitario. Y allí, en esa habitación, la misma donde tu querida y recordada por muchos Pilar Fabregat, tu madre amada partió, te fuiste tranquilamente y quise dejar a tus íntimos su libertad del hasta luego. Decidí quedarme con la imagen del miércoles pasado cuando junto a Lidia, tu compañera de estos últimos años, Estrella, Adita, tu ángel guardián en las postrimerías y mi esposa, te cantamos muchos himnos a la medida de «Despertaré, Hay una Ciudad» y otros que tanto te gustaban. Fue una noche de muchas lluvias, pero que guardaré en mi acerbo porque me despedí de ti. Quisiste que no me fuera sin cantarte otra vez… Y en esa seminconsciencia te alegrabas de saber que allí compartíamos contigo, algunos de los que te amábamos y amabas…
Recordar a Sarah es contemplarla en el comedor de la iglesia en Tampa, haciéndose sus capuchinos que tanto le gustaban, era saber que cada sábado traías tu aporte de ese puré de patatas con huevos hervidos y tu toque personal que ya no lo tendremos, es mirar la congregación y verte rendida por la fatiga de los años y decirte: Buenos días Sarah, y tú despertar del ensueño y decirme: “Pastor, no estoy dormida”…
No quiero que mis lágrimas sigan estorbando mi esquela al escribir algo sobre ti… Te amamos mucho Sarah, y al partir dejas un legado difícil de superar como cristiana genuina, como mujer de altos valores morales, como ser generoso, como dádiva de amor con nombre entre nosotros.
Entonces, entre este dormir y el eterno despertar te decimos todos los que te amamos… «Hasta luego Maestra Evangelista Sarah Mirta Duménigo, we’ll see you tomorrow».
Dr. Sergio Gonzalez