Oración de gratitud

Que brote de mi alma y corazón toda la gratitud que hay en este día de acción de gracias, por tu amor, mi Dios, hacia mí, y a todos los que amo.   Gracias por morir un día en la cruz por pagar mi deuda, y con ella darme la gracia de la salvación.  Por la salud física, precioso y valorado tesoro de la humanidad, ya que siendo de edad avanzada todavía disfruto de la presencia de mi madre y hermanos. Por mi linda y grande familia, por mis hijos, por esas joyas invalorables que Tú nos prestas, y que extiendes con los nietos.  Este año me diste otro bello bebé, para alegrarnos en esta candente peregrinación, cuyo final ya está acercándose.

 

Gracias por cada uno de los momentos en los que nos has suspendido, para poder seguir sin detenernos, porque has estado  todo el tiempo mirándonos y auxiliándonos.  Has salido a  limpiar la atmósfera para que nuestros pulmones trabajen mejor.

 

Gracias porque he  podido sonreír aun cuando ya podía haber olvidado cómo hacerlo.  Gracias también por las lágrimas que derramamos, nos hacen recordarte.

 

Gracias por permitirnos un año más estar en pie de lucha, y lo más importante, creyendo en Ti, con la misma esperanza de verte un glorioso día, cuando aparecerás para llevarte contigo los tristes suspiros y cualquier amargura del corazón estrujado por las incomprensiones y los tantos pesares que aparecen como fantasmas silenciosos.

 

Mi mayor gratitud es que sigues dándome fe.  Cuánta tristeza siento por los que no pueden tener posesión de esta perla de gran precio, la fe, este don que me mantiene viva como viendo al invisible.  Gracias Señor, y permite que no olvide ninguno de tus beneficios.  Hoy hay abundancia de pan en mi mesa, donde han venido los hijos y familia agradecidos, a darte las gracias con su presencia.

 

Recibe, Señor, mi gratitud, que todas las fibras de mi ser se estremezcan contando Tus bondades y Tu grande amor, de la que no soy merecedora.

 

A Ti toda la gloria la honra y el poder.

 

¡Aleluya! ¡Amén!

Gracias Pastor

Hoy se celebra el día del pastor.  Es para mí un buen momento para decirte: ¡Gracias pastor! Porque  me has demostrado que tienes en tu corazón a cada una de las ovejas que Dios ha puesto en tu cuidado.  Cuánta bendición eres en la vida nuestra.  No sólo a nosotros, los mayores, nos llenas de ternura y comprensión, sino también a los jóvenes, que son tu gran preocupación.  Tu amoroso corazón se compunge cuando se desvían en su falta de madurez.  Y qué decir de los niños, que son tu mayor tesoro, ya que Dios te ha premiado con un bello pequeñito.  Tu preocupación es constante, como constantes son tus ayunos y oraciones.  Toda la congregación tiene algo que agradecerte, pastor Eddy, tú eres una inspiración con tu vida de servicio y entrega.  Te admiro por tu obediencia y perseverancia ante el llamado de Dios.

 

Gracias por sacrificar, en ocasiones, el tiempo que debes a tu familia, y hasta interrumpir tu descanso para acompañarnos cuando te hemos necesitado.  Tus oraciones y palabras han sido un bálsamo en los momentos de aflicción.  Esa palmadita en la espalda, ese abrazo amoroso, han sido como la energía para volvernos a levantar.  Tienes una gracia especial dada de Dios para aliviarnos de cualquier mal.  Con tus bella anécdotas y tu buen carácter, y sabes cómo corroborarnos en la  fe en Dios, en cualquier momento que lo necesitamos, porque siempre tienes la palabra precisa.

 

Hoy, con alegría y con el amor de Dios en mi corazón, te digo que es una bendición llamarte mi pastor. Dios bendiga tu familia, que es la mía también.  Gracias por ser nuestro padre espiritual, porque cada día aprendemos más de tus sabias enseñanzas, porque he comprendido en estos años la apremiante necesidad de amar al prójimo, así como lo manda el Señor, y con tu ejemplo me has motivado a amar cada día más a Dios.

 

Por esto y otras cosas más no podía dejar de decirte en este día:

 

¡Gracias Pastor!

 

 

 

 

 

Mi gratitud

Imposible pasar por alto este mes de la gratitud, o este hermoso Día de Acción de Gracias, porque mi corazón rebosa de ¡tanta gratitud!

Es tanto el bien que he recibido, sin merecer nada, que no me canso de repetir una y otra vez: “Dios es  tremendamente bueno conmigo, y con los míos,  y con todos mis hermanos”.  Este año especialmente que ha sido un fluir de misericordias  y amor, Su gracia se ha derramado en una forma admirable y son muchos los corazones que han sido consolados, porque Él ha abierto las puertas de los cielos para bendecirnos, y  está derramando Su Espíritu Santo a todo el que se lo pide y se postra arrepentido.   Él lo levanta, grande ¡oh Señor es tu fidelidad! ¿Qué tenemos para ofrecer si todo Él no los da?  ¿Qué somos?  Si cargamos un sinfín de debilidades, y arrastramos un sin número de miserias, siempre cayendo en las mismas faltas, queriendo ser perdonados, sin poder perdonar, y aun así, Él no nos ha dejado solos.  Y acude a la mayor necesidad.  Siempre está ahí para consolarnos y darnos el dulce abrazo de Su perdón, acariciándonos con un profundo amor que nos estremece, perdonando nuestros pecados sin arrojarnos la piedra  -aún mereciéndola-.  Desde lo más profundo de mi ser quiero decirte: “¡Gracias Señor, por todo y cada uno de tus consuelos y de tus ternuras!”

Cada vez que siento esta fe que me sostiene, esta paciencia que me hace esperar segura de que llegará lo que me has prometido, hay una dicha que no tiene explicación.  Cuando me doy cuenta que otros no pueden sentir lo que yo siento, porque no les han sido revelados estos misterios y la grandeza  de la salvación, y veo sus ojos cerrados, y que sus oídos no pueden percibir esa dulce y armoniosa melodía de Su voz, y no sienten el toque de Sus suaves manos, ni pueden andar por la vereda que Él me ha enseñado,  cuando mi vida toda se envuelve en Su exquisito aroma, queriendo permanecer así estática para no olvidar, para no confundir lo superfluo con lo divino, tengo que decir desde lo más profundo de mi alma: “¡Gracias Señor, Tú lo eres todo para mí!”

Esta es mi gratitud.