
Pídele a Dios

“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño; mas cuando ya fui hombre hecho, deje lo que era de niño” (1 Corintios 13: 11).
En una isla lejana, donde los carros no podían llegar porque estaba rodeada de agua y había que ir en barcos, el agua era tan azul como el limpio cielo. Allí, de un árbol, colgaba una linda casita. Por sus ventanas asomaban las cabezas unas blancas palomas. Ellas miraban entornando sus cabezas con curiosidad, queriendo enterarse de lo que hablaban dos encantadores niños que estaban dándole migajas de pan a unos lindos paticos que nadaban en aquellas cristalinas aguas. Ellos se divertían asomando sus caritas alegres viendo como se reflejaban sus rostros en el agua. Era tanto su bulla, que apenas se dieron cuenta del chapuzón que se dio el Sol cuando se hundió en el agua. Sólo fue cuando las olas comenzaron a moverse fuertemente y sus caras se veían deformes por el movimiento del agua, que hicieron un silencio tal que se podía oír el suspiro de una amapola. Los niños creían que ellos se habían convertido en lo que veían reflejado en el agua. Al alzar sus vistas se sorprendieron cuando vieron aquellas lindas palomas que curiosas los miraban. Ellos compartieron las migajas de pan que las aves, agradecidas, comían, y repetían: “Curú cucú, curú cucú.
Mira tu carita en el agua de alguna laguna o estanque y muévela para que disfrutes de la sorpresa que vas a recibir cuando veas tu reflejo en el agua se mueve.
“Gozarse han los píos con gloria, cantarán sobre sus camas” (Salmo 149:5).
Érase una linda e inteligente cotorrita que llegó para quedarse en una casa donde vivían cuatro niños. Estos, al verla, se pusieron a brincar de alegría, y le pusieron el nombre Poly. Con su piquito abría su jaula, salía y entraba cómo y cuando ella quería, y caminaba toda la casa a su antojo. Los niños de la casa se divertían con Poly. La llevaron a cortarle las uñas para que no les echara a perder los muebles. También le cortaron las puntas de las alas para que no se escapara volando. Pero con los días le crecieron sus alitas nuevamente, y un día salió al portal y de pronto voló a la copa de un árbol que había cerca de su casa. Los niños estaban tristes pensando que ya se había ido para siempre, pero se les ocurrió ponerle su jaulita con comida en el techo de la casa, y ahí esperaron hasta que ella entró a la jaula y lograron tenerla nuevamente. Los niños gritaban de emoción y le decían: “Poly, ¿quieres una galleta?” En esa familia todos juntos compartían algunos momentos de felicidad con Poly, y son esas pequeñas cosas las que se nos quedan para siempre y nos traen consuelo y alegría cuando las recordamos.
Comparte tiempo con tu familia jugando con algún animalito, ese momento especial lo vas a recordar siempre.
Mis queridos niños estoy nuevamente con ustes para contarles por qué regalamos en la Navidad. Regalar y recibir regalos es algo que nos mueve en la Navidad, ya que a todos nos gusta recibir regalos. Un regalo es una expresión de buen deseo, y la Navidad es una ocasión para compartir amor y alegría con los que amamos. Los regalos son simplemente una manera de expresarnos, con un regalo te estoy diciendo un te quiero.
Cuando nació Jesús, los reyes magos le llevaron regalos. Estaban contentos con el nacimiento del niño Dios y lo demostraban de esa manera. ¿Te gustan los regalos? ¿Cómo te sientes cuando recibes un regalo? ¿Te tocan el corazón? ¿Alguna vez has llorado cuando has recibido un lindo regalo? A mí me regalaron un pianito cuando niña y nunca se me ha olvidado. Cuando yo era pequeñita, una de mis tías me contó la historia de Jesús, como vino a sufrir y morir para darme el regalo más bello que se pueda dar, que es la vida eterna, es decir, vivir para siempre con Jesús. ¿Te gustaría vivir por siempre y que tu mamá y papá y familia no se tuvieran que morir? Pues ese fue el regalo que Jesús vino a darnos. Vino para regalarnos la vida para siempre y así poder vivir allá en el cielo. ¿Quieres este regalo? ¿Te gustaría recibirlo? Yo lloré mucho cuando supe del regalo que Jesús me dio. Y desde entonces amo a Jesús con todas mis fuerzas. No tengo un regalo para darle a Jesús, pero ¿sabes qué hago? Todos los días le doy las gracias por venir a darme el regalo más bello, la salvación, y por perdonarme mis pecados. Entonces le adoro, le alabo, y trato de obedecer todo lo que dice Su Santa Palabra, la Biblia, porque yo quiero vivir por siempre con Él. ¿Tú te atreverías a dejar tu casa y familia y dejar que personas malas te hagan sufrir y morir por un amigo? No, ¿verdad? No nos atrevemos a hacer eso. Pues eso fue lo que Jesús hizo por ti y por mí. ¿Entiendes?
Haz una oración a Dios y dile que estás muy agradecido por ese regalo de Su hijo Jesús. Dile que quieres vivir con Él para siempre, junto a tu linda familia y personas que amas. Cuéntales a tus amiguitos en la escuela y donde quiera que estés, que Jesús nos ha hecho el más lindo de los regalos. Nació en un pesebre y murió en una cruz, siendo Dios, para que por medio de Su muerte nosotros tengamos entrada a ese hermoso lugar.
Celebra la Navidad, ya que con ella estás celebrando la llegada del Mesías –que quiere decir el enviado de Dios, el Cristo-, y recibe los regalos de las personas que te aman, y tú también compra un regalo y llévaselo a un niño pobre que no tenga. Comparte tu comida sabrosa con una persona que esté sola y triste, porque ese es el verdadero sentido de la Navidad. Aprendimos de Jesús a regalar. Él vino a este mundo a dar pan al hambriento, a sanar a los enfermos, a acompañar a los que se sienten solos, a secar las lágrimas de los tristes. Cuando ayudas a alguien, cuando abrazas, cuando ríes, cuando compartes, te estás pareciendo a Jesús, y ese es el motivo por el cual regalamos en Navidad.
Hace muchos, pero muchos años atrás, cuando no había mundo, no había nada; todo estaba vacío, oscuro y triste, Dios creó todas las cosas, y formó al hombre y a la mujer para que vivieran aquí en la tierra junto con todos los animalitos que Él hizo. Como los perros, que acompañan a las personas, los lindos pajaritos que alegran con sus cantos, y también las hormiguitas y las demás cosas que Él había puesto en el mundo. Los mares, las lindas playas donde se puede ir a jugar con la blanca arena, las montañas empinadas y todo lo que embellece el paisaje. El Sol para alumbrarnos de día, la Luna para que diera un poco de luz a la noche y, como un toque especial, las estrellas, el aire que respiramos, así como los árboles que dan frutas, para que pudiéramos comer y de esa manera alimentarnos. Hizo también las flores que nos adornan con sus bellos colores y su hermosura, y despiden su agradable olor.
Era entonces todo tan lindo en aquel lugar que se llamaba el huerto de Edén. Era un paraíso. Allí colocó Dios al hombre y la mujer y ellos eran felices. Nadie lloraba ni estaba triste, ni se enfermaban, tampoco morían. ¡Qué lugar tan encantador! Donde Dios preparó para que viviéramos las personas. Adán y Eva, así Dios llamó a la primera pareja que creó. Él les dijo que no fueran a comer de un árbol especial que había separado en el huerto, porque si comían de esa fruta, iban a perder el privilegio de vivir en ese jardín de delicias. Y ¿qué hicieron el hombre y la mujer? Desobedecieron a Dios tomando del árbol prohibido y comiendo de su fruto. Entonces Dios los sacó del paraíso y comenzó la tristeza, se fue la alegría, y las lágrimas pasaron a tomar el lugar de la felicidad. Vino la enfermedad, el dolor, que en el Edén no se conocía, y luego llegó la muerte. Las flores comenzaron a marchitarse, los animales se morían y también las personas. Entonces a Dios le dio mucha, pero mucha tristeza ver cómo los hombre, mujeres y niños, todos iban a morir para siempre. Porque Dios es tan bueno, pero también es tan justo y santo, que no puede permitir que las cosas malas vivan en Su presencia. No había razón de vivir.
Cuando Él vio eso, como Él es amor, y nos quiere tanto, tanto pero tanto, enseguida quiso hacerse hombre como nosotros, siendo Dios, siendo superior, siendo lo más grande, teniendo poder sobre todo, viviendo en el cielo, el lugar más bello que existe para vivir, donde las calles son de oro y el mar de cristal, quiso dejarlo todo y venir a este mundo de tristeza, dolor y muerte, porque Él era el único que podía salvarnos de la muerte. Mira qué historia tan tierna y verdadera. Dejó Su trono de gloria, Su vida de paz y felicidad, y se hizo hombre, nació de una virgen, una jovencita linda, dulce santa y buena, llamada María, casada con un hombre también bueno, amoroso, honrado, trabajador y tierno, llamado José.
Jesús nació en un pesebre, donde había animalitos. No tuvo una cuna linda y limpia, ni juguetes. Él dejó todo lo bueno y lindo y cómodo por venir a darnos la muestra de amor más grande, vino a sufrir con nosotros, para de esa forma, con Su llegada aquí al mundo, decirnos cuánto nos ama. Él sabía que los hombres malos lo iban a matar y Él iba a sufrir mucho, pero con Su muerte nos iba a salvar a todos en este mundo, de la muerte y de esa forma llevarnos al cielo a vivir con Él para siempre allá en aquel paraíso eterno. Fue puesto en una cruz donde lo clavaron, y así murió, crucificado. Pero su muerte nos dio vida a nosotros, por eso tenemos que amar Dios, que se hizo hombre. Debemos estar agradecidos de Él y siempre obedecerle, para ir a vivir donde Él nos ha preparado un bello lugar en los cielos. Él viene en las nubes a buscarnos. ¿Sabes cuál es Su nombre? Jesús es su nombre, que quiere decir salvador. Porque vino a morir en la cruz para salvarnos a ti y a mí.
¿Sabes lo que quiere decir Navidad? Quiere decir nacimiento, el nacimiento de Jesús. Y celebramos la Navidad para recordar el día que el niñito Jesús nació en este mundo para traernos a todos salvación.