-Por Abrahán Fernández
Me encanta oír a los niños orar, lo hacen con la candidez que los caracteriza sin preocuparse si lo hacen bien o mal, los he escuchado hacer peticiones mucho más sabias que las que nosotros los mayorcitos hacemos en ocasiones, sin ir más lejos, el sábado pasado una de las niñas dijo en su petición la frase que encabeza este escrito, ¿y qué tiene de extraordinario? Se preguntará usted, aparentemente nada, pero como son las cosas de Dios, que no pierde una oportunidad para darnos una lección hasta en lo más pequeño y trivial; me hizo ver en esa frase una total falta de egoísmo, porque si hubiéramos sido nosotros, el orden habría sido: …Por yo, por mami, por papi y por mi hermanito.
Yo, siempre yo. Primero nosotros y los demás… ¡Bah! ¡Los demás que se las arreglen como puedan! Y si somos así, no es nuestra culpa sino del instinto de conservación, el cual -dicho sea de paso- fue puesto por el mismo Dios en sus criaturas para que se auto protejan, así que debe ser justo el que pongamos nuestras necesidades primero porque… mejor me callo ¿verdad? Discúlpenme, fui momentáneamente poseído por el “instinto de conservación”, que cuando se vuelve demasiado exagerado puede ser traducido en buen español como: egoísmo o egolatría entre otras cosas. Por eso la oración de la niña me hizo reflexionar, en cuantas veces he mirado hacia otro lado para hacer como que no vi las necesidades de los demás. El egoísmo nos hace creer que si hay alguien necesitado somos nosotros, que si hay alguien por quien orar es por nosotros, para los demás solo quedan unos segundos al final de la oración, algo así como una posdata: “Ah, Señor, se me olvidaba, recuerda a fulano que me pidió que orara por él”.
Sé que ya lo han oído otras veces, pero vale la pena repetirlo: El cristianismo es sinónimo de servicio, es interesarnos más en los otros. Jesús llevó esto al máximo cuando dijo: Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. (Jn.15:12,13) Gracias a Dios por tener un amigo como Jesús, que durante todo su ministerio se lo pasó dándose por los demás, orando por los demás:Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandaros como a trigo; mas yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos. (Luc.22:31,32) ¡Qué hermosa lección! Es como si le hubiera dicho: lo que ahora hago por ti, hazlo también por los demás. Oró incluso por nosotros: Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. ( Jn.17:20) No sé ustedes, pero yo veo clarito, clarito mi nombre en ese versículo.
Solo la noche en que fue entregado se lo oye orar por Él: Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. (Mat.26:39) Aún en sus últimas horas se pone en segundo lugar, sana la oreja de uno de sus captores y pide perdón para la turba que le lastima. Hagamos realidad aquello de que “ser cristianos, es ser semejantes a Cristo”, y la próxima vez que oremos, por favor, digamos como la niña…por mami, por papi, por mi hermanito, y si queda tiempo, por yo.