Si me hubieran dicho, unos años atrás, que esto iba a suceder en los Estados Unidos, yo no lo hubiera creido, hasta hubiera pensado que el que me lo estaba diciendo estaba perdiendo sus facultades mentales.
Pues sí está sucediendo en el estado de Idaho, en Estados Unidos. El pastor que se niegue a casar una pareja de personas del mismo sexo se enfrentá a un máximo de 180 días de cárcel y hasta $1,000 en multas por cada día que se niegue. En otras palabras, si se niega por una semana, podría ir a la cárcel por más de tres años y se enfrentará a $7,000 en multas.
Esta fue una nación fundada en los principios biblicos. Si los peregrinos resucitaran no podrían creer lo que está pasando. Ellos dijeron que venían al Nuevo Mundo “para glorificar a Dios y extender la fe cristiana.”. Muchos eruditos creen que el acuerdo inicial para el autogobierno que se encuentra en el Mayflower Compact se convirtió en la piedra angular de la Constitución de EE.UU. El historiador británico Paul Johnson dijo: «Es un documento sorprendente . . . Lo que era notable acerca de este contrato específico era que no era entre un siervo y un amo, o un pueblo y un rey, sino mutuamente entre un grupo de personas de ideas similares, y con Dios como testigo y confirmante simbólico».
Podemos ver también la importancia que daban a la educación cristiana en la reglas de muchas de las primeras universidades. Las Leyes y Estatutos de la Universidad de Harvard, en 1643, decía: «Sea todo estudiante instruido claramente e impulsado celosamente a considerar que el principal fin de su vida y de sus estudios es conocer a Dios y a Jesucristo, que es vida eterna (Juan 17:3).»
La Universidad de Yale contenía dos requisitos en su acta de constitución de 1745: «Todos los estudiosos vivirán vidas religiosas, piadosas e intachables de acuerdo con las reglas de la Palabra de Dios, leyendo diligentemente las Sagradas Escrituras, la fuente de luz y verdad; y constantemente atendiendo a todos los deberes de la religión, tanto en público como en secreto». ¡Qué belleza!
Podría seguir citando un sin fin de pedazos de la historia de la fundación de los Estados Unidos, “Una Nación bajo Dios”, pero tomaría mucho tiempo. Ahora la nación es tan diferente que parece otra, la iglesia es considerada, no solamente como algo irrelevante sino dañino. Y el antagonismo contra el cristianismo es ya casi una epidemia. Sin embargo, dice una encuesta que más personas están viniendo a Cristo que nunca antes en la historia del cristianismo. En la ciudad de Nueva York se reunieron miles de cristianos de todo el mundo para orar, adorar, y colaborar en la predicación del evangelio. Y a través de todo el mundo hay movimientos increibles de almas que se están entregando al Señor. Creo que “Dios está añadiendo a su Iglesia los que han de ser salvos”.
Todas estas cosas me hacen pensar que quizás estamos a solo pocas horas antes de que nuestro Señor Jesucristo regrese a rescatar a su iglesia y Dios derrame su ira sobre el mundo por rechazar a su Hijo. No sé si tenemos horas, días, meses o años, pero como cristianos, necesitamos predicar la verdad del Evangelio. Nuestro trabajo consiste en advertir a los pecadores de las consecuencias del pecado y mostrarles que Dios es amoroso y misericordioso, dispuesto a perdonar si venimos a Él en arrepentimiento y fe. Que deben aceptar el sacrificio de Cristo en la cruz. Esto es lo que debemos predicar. Esto es lo que más importa en este mundo. No tenemos que subirnos a un púlpito para decir eso a las almas. Desde nuestro trabajo, en los supermercados y hasta en nuestros propios hogares, si hay alguno que no se ha convertido, podemos y debemos proclamarlo.
El Ébola, un virus que en poco tiempo ya ha cobrado la vida de más de 1.000, almas, nos recuerda la urgencia de predicar el Evangelio, mientras tenemos la oportunidad. Cristo dijo: «Entre tanto que el día dura. La noche viene, cuando nadie puede obrar”. (Juan 9: 4).