Hoy hubiera cumplido 93 años una mujer que me amó como si yo hubiera sido su propia hija. Su figura elegante y fina está en mis recuerdos desde los primeros momentos que recuerdo de mi vida y su amor hacia mí fue siempre constante, y llenó los días de mi infancia de una alegría inenarrable. Poder ir a pasar las vacaciones con mi tía Sofi, como cariñosamente le llamábamos, era un regalo especial.

Me parece escuchar su risa cantarina y ver sus preciosos y blancos dientes, que como perlas, adornaban su sonrisa, cada vez que me escuchaba decir algo que a ella le parecía ocurrente o gracioso, y créanme que casi todo lo que yo decía, ella lo encontraba así. Su voz clara y su dicción precisa aun resuena en mis oídos  mientras me decía con admiración lleno de cariño : “¡Niña! ¡qué inteligente eres! ¡Niña qué linda eres!” y yo de inocente, me lo creía, porque aunque me  daba cuenta que era el amor que sentía por mí lo que le hacía hablar así, era muy dulce y precioso creer que ella me veía así.

Cuando supe que había partido, sentí que algo se apagó dentro de mí, y un vacío terrible hizo espacio en mi corazón, al darme cuenta que nunca más volvería a ver a la que tanto me quiso, ni a escuchar su armoniosa voz mientras intercambiábamos ideas y compartíamos opiniones, en las llamadas telefónicas que le hacía al menos una vez a la semana, y que tanta alegría le daban. Le gustaba oírme cantar y era una de mis fans más entusiastas, y nuevamente era el gran amor que me tenía lo que le permitía disfrutar tanto mis alabanzas entonadas para Dios. Su gran orgullo era escucharme predicar y su placer, era hacerme comiditas que preparaba con esmero cuando la visitaba y  todavía podía cocinar. Cada año por muchos,  muchos años, fui con mi familia a pasar por lo menos una semana en el verano en la casa de mi tía, y cada vez que me iba a marchar, me abrazaba con fuerza y me pedía disculpas por no haberme atendido como yo merecía. ¡Qué lindo es sentirse amado de esta manera! ¡Era una incondicional mía, y en sus ojos yo poseía una belleza digna de elogios! ¡Qué maravilloso es el amor! Encuentra en el ser amado virtudes y belleza que solamente pueden ver sus ojos!

Compartimos muchas cosas mi tía y yo, el amor a los buenos libros, la música, el gusto por la comida rica, el amor por las flores y las plantas en general,   y su ausencia ha dejado un dolor profundo en mi corazón, que aun después de tres años de haber ido a descansar, hay días que pienso de pronto, “hace días que no hablo con tía Sofi, tengo que llamarla” y en el instante recuerdo que no está ya más y se me llenan los ojos de lágrimas que salen de lo profundo de mi corazón y de la añoranza que me embarga .

También desde que se puso mayor, traté cada año de hacer el esfuerzo y viajar a pasar con ella el día de su cumpleaños y agradezco a Dios que me concedió este privilegio de compartir con esta gran dama, esta mujer distinguida y preciosa, esta ilustre sierva de Dios que fue Sofia Rodriguez Aguerrebere, hermana de mi madre y mi amada tía, el día especial en el que celebrábamos su natalicio. Por eso hoy que hubiera cumplido 93 años, no puedo dejar de recordarla y elevo mi ruego a Dios que me ayude a ser siempre fiel para un día, tal vez no muy lejano, poder encontrarme con ella nuevamente en un mejor lugar, donde disfrutaremos para siempre la presencia de Dios.