Libro de recetas de cocina por Merari Martínez

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Ya está listo “Así cocino yo”, de Merari Martínez. Tiene más de noventa recetas deliciosas de cocina. Desde platos finos a postres deliciosos.

Para hacer sus pedidos, comuníquense a través de la página de la nieta de Merari, Ailene Rivas, quien está encargada de la publicación y distribución del libro, siguiendo este enlace: https://officiallyailene.com/2018/10/02/cookbook-orders/

¡No dejen de hacer sus pedidos hoy mismo!

El Dios de las maravillas

Nuestro Dios es más grandioso y maravilloso de lo que podemos imaginarnos, por eso ¡merece todo nuestro respeto, lealtad y amor! Su inmensurable amor para mí es la maravilla más grande.

Leamos unidos Juan 3-16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Og Mandino nos hace reflexionar: “Eres el milagro más grande del mundo”.

¿Es débil tu corazón? ¿Tiene que luchar y esforzarse para mantenerte con vida? No. Tu corazón es fuerte. Pon tu mano sobre el pecho y siente su ritmo, bombeando hora tras hora, día y noche.  Treinta y seis millones de latidos al año, año tras año, despierto o dormido, impulsando la sangre a través de cien mil kilómetros de venas y arterias, llevando más de dos millones de litros de sangre al año.  El hombre jamás fue creado como una máquina. ¡Qué maravilla! Pero ¿habrá algo más grande que saber que Cristo murió por mí, que me perdonó siendo yo un pecador? ¿Que pagó mi grande deuda que yo con nada podía pagar? ¿Que me tiene un lugar hermoso? Lugar donde reina el gozo, donde no existirá el dolor, donde todos alabaremos sin cesar al que me amó de tal manera que no estimó sacrificio.  Y lo hizo por mí, para darme un lugar eterno, el cual todavía no puedo llegar a comprender, solo puedo imaginar tanta perfección. Por eso, embelesada y admirando tanta gracia y amor, exclamo: Es inmensurable el amor del Dios de las maravillas.

“En la medida que entendemos la grandeza de Dios y sus maravillas en nuestra vidas, nos sentiremos agradecidos por todo lo que nos regala”.

 

Esa es nuestra esperanza

Vi pintado un cementerio y leí este cartel: “Cementerio de esperanzas enterradas”.  Cuando la esperanza de obtener aquello que no se ha alcanzado parece perdida, cuando tienes la esperanza de lograr un sueño largamente acariciado y lo pierdes, cuando ya ves que nada puedes lograr y entierras tu esperanza, puedes sentirte sumido en un calabozo de desaliento.  Pero lo que a nosotros nos cambia todo es saber que “nuestro Dios nos ha provisto de una luz de esperanza que penetra la noche más oscura, y nos guía hasta los albores del cielo. La esperanza es el pilar que sostiene al mundo. La esperanza es el sueño de un hombre despierto” –Plinio el anciano.”

Leí hace poco, sobre estos temas del alma, que es como cuando la mujer está de parto, se siente como los dolores de la muerte, y en realidad lo que produce es vida.  Por extraño que parezca cuando sientas que enterraste tu esperanza y que te devora el dolor, en medio de la oscuridad más densa, descubre que “la tribulación produce paciencia; y la paciencia prueba, y la prueba  esperanza: y la esperanza, no avergüenza, porque el amor de Dios está derramado en nuestros corazones”.

Una hermosa niña de quince años se enfermó repentinamente, quedando casi ciega y paralizada. Un día escuchó al médico de cabecera mientras le decía a sus padres:

-Pobre niña; por cierto que ha vivido ya sus mejores días.

-No, doctor – exclamó la enferma-, mis mejores días están todavía en el futuro. Son aquellos en los cuales he de contemplar al Rey en su hermosura. Esa también es nuestra esperanza.

“La esperanza se levanta como un ave fénix de las cenizas de los sueños rotos”.

 

El peligro de sufrir de envidia

Envidia: Disgusto o pesar por el bien ajeno.

Leí la historia de dos águilas. Una de ellas tenía envidia de la otra porque podía volar más alto que ella. Entonces la menos capaz encontró un tirador que tenía arco y flecha y le dijo: “Deseo que mates a esa águila volando en el aire. El cazador le dijo que lo haría si tuviese plumas adecuadas para sus flechas. Entonces el águila envidiosa arrancó dos plumas de sus alas y se las entregó. El cazador disparó sus flechas pero ellas no alcanzaron al águila, que volaba demasiado alto. La compañera envidiosa siguió arrancándose las plumas hasta que al fin se sacó tantas que no pudo volar, el cazador tomó ventaja de la situación y la mató.

Si dejas entrar la envidia a tu corazón a la única persona a la cual harás daño es a ti mismo, y tendrás que sufrir las consecuencias,  ya que la envidia genera codicia y va conduciendo a otros pecados que hasta puede llevar a la persona a la muerte. Es un peligro ser envidioso.

Como el águila de nuestra historia la envidia viene del corazón, porque es parte de nuestra vieja naturaleza.  La palabra de Dios nos dice que es un fruto de la carne. Jesús enseña que ese sentimiento se anida en el corazón y contamina al hombre. “Porque donde hay envidia y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa”. Si permitimos que el amor de Dios llene nuestras vidas, aprenderemos a alegrarnos por las bendiciones que otros reciben, porque el amor no tiene envidia.

Miremos a la envidia como algo terrible y dañino, que nos aleja de Dios.

Nunca digas adiós

 

 

A un humilde trabajador cuando se le preguntó qué medios usaba para seguir caminando en sendas de obediencia. Contestó: “Me llegué hasta el Salvador, me recibió, y nunca le dije “adiós.

Polibio dice “que aunque el hombre es considerado como el más sabio de todos los seres, a él le parece el más necio. Cuando un animal ha sufrido, se cuida de no volver al lugar donde tuvo el sufrimiento. El zorro no vuelve a la trampa, ni el lobo tampoco. Pero el hombre vuelve a los mismos pecados, y no acepta palabras de advertencia hasta que está completamente arruinado”.

Por eso yo te pido que nunca le digas adiós a la senda de obediencia, a Dios y sus mandamientos. Únete al músico principal y di: “El hacer tu voluntad, Dios mío, hame agradado, y tu ley está en medio de mis entrañas”.  No volvamos de donde salimos; sucios, malolientes, tristes y cabizbajos, llenos de pecado, falsedad y mentira. Digamos como el salmista David: “¡Tus enseñanzas las llevo dentro de mí! Tu ley está en medio de mi corazón, está escrita en mis entrañas”.  Por eso no puedo decirte adiós.

Disfruta viviendo en la presencia de Dios, donde hay descanso para tu alma abatida, que haya gozo en cumplir Su palabra. “Alégrense y gócense las gentes” -nos dice el salmista-. “Todos los pueblos te alaben”, y ordena: “Los ríos batan las manos, y los montes todos hagan regocijo”.

 

Gocémonos en el Señor porque Él es hacedor de maravillas, y nunca tendrás que decir adiós.