Ayuno

Cuando tenía nueve años tuve una serie de operaciones en mi espina dorsal, debido a mi enfermedad polio. Una de estas operaciones era tan delicada y peligrosa que podía atentar contra mi vida. La cirugía sólo había sido llevada a cabo años antes en otro niño y los resultados no fueron tan favorables como se había esperado.

El doctor especialista habló con mi madre y le dijo la necesidad que había para tener esta operación o de otra manera, si no se llevaba a cabo, mi cuerpo quedaría completamente deformado y sin poder siquiera sentarme, mucho menos caminar. Después que el doctor expresara estas palabras a mi madre, recuerdo vivamente ver el cambio en el rostro de ella, casi de inmediato su rostro cambió de preocupación a una profunda tristeza y dolor. Luego de unos minutos, ella, moviendo su rostro, aceptó la recomendación del doctor. Entonces los arreglos para llevar a cabo la operación comenzaron. Ésta sería hecha en diez días. Recuerdo que durante esos días mi madre muy poco se apartó de mi cama; las enfermeras venían y le traían algo de comer y tomar, mas era en vano, mi madre parecía estar de luto.

Años después supe que mi madre había pasado esos diez días en ayuno; orando, pidiendo y rogando a Dios que salvara mi vida de la muerte y que la operación fuera un éxito.

En 2Samuel 12:16 encontramos a un padre, de igual manera,  suplicando, rogando y ayunando para que su hijo fuera librado de la muerte: El pasaje bíblico nos dice:

Entonces David rogó a Dios por el niño; y ayunó David, y entró, y pasó la noche acostado en tierra.

El ayuno, mis hermanos, es imprescindible, necesario y vital para nuestras almas. El ayuno es un llamado a Dios para que fortalezca nuestras almas, nos guíe por el camino correcto, nos dé respuestas a nuestras peticiones y a preocupaciones.  El ayuno nos acerca a Dios, nos permite sentir Su presencia, nos da salud, visión espiritual y nos lleva tan cerca de Cristo que podemos sentir Su presencia al lado nuestro.

En Mateo 9:15 encontramos el pasaje de los discípulos de Juan, estos vinieron a Jesús preguntando, casi quejándose del porqué sus discípulos no ayunaban como lo hacían ellos. A lo que Cristo dio una respuesta sabia y directa, como era de esperarse.

Él les dijo:

¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.

Estos dos pasajes bíblicos nos hacen ver algo muy importante; la necesidad de ayunar en momentos difíciles, de gran dolor y gran necesidad. El ayuno es un clamor a Dios, una muestra de nuestro dolor y sufrimiento, una muestra de cuánta necesidad tenemos de la ayuda y apoyo de Dios en nuestras vidas.

Cristo lo dijo:

Mas llegará el momento cuando no tengan al esposo a su lado y entonces tendrán que ayunar.

Cristo hablaba de esa intimidad, de ese acercamiento entre Él y sus discípulos; por más de tres años los discípulos disfrutaron de la presencia de Jesús, disfrutaron el verle y escucharle y tenían el privilegio de poder allegarse a Él cuando quisieran, cuando sintieran la necesidad de sentirse llenos de la presencia de Cristo, estar llenos de Su amor, de Sus promesas y salvación.

El ayuno es precisamente eso; una puerta a estar nuevamente con Cristo, como la oración así como el ayuno, este nos allega más a Cristo. El ayuno nos limpia, no sólo en lo físico, sino también en lo espiritual, nos permite acercarnos más a Cristo y tener esa experiencia de Su presencia junto a nosotros como sus discípulos la tuvieron cuando Jesús vivió entre ellos.

El ayuno nos edifica, el ayuno nos acerca más a la santidad, el ayuno despierta en nosotros el sentido profundo de fidelidad, el ayuno nos aumenta la fe, nos levanta y nos llena de fuerzas y entonces podemos pelear y salir victoriosos contra el enemigo de nuestras almas.

Cuando los discípulos de Jesús no pudieron sacar el demonio del hijo de un padre en dolor, Jesús les dijo la razón por la cual no habían podido. En Mateo 17:20-21 podemos leer:

Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. Pero este género no sale sino con oración y ayuno.

Así que, mis hermanos, busquemos de Dios no sólo en oración, mas en ayuno también. Recordemos lo que nos dice Efesios 6:12:

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

Así que, hermanos, no olvidemos el ayuno en la familia, no olvidemos que debe de haber unidad, amor y compasión, y por esta razón debemos ayunar por cada miembro de nuestra familia, llevarles siempre en nuestras oraciones. El ayuno fortalece el núcleo familiar, une a los hermanos entre sí y trae amor y confianza entre los padres.

Ayunemos, pues, para que Cristo viva en nuestra familia y que sea Él, el guía perpetuo de la misma.

¡Bendiciones, familia!

-Nelson Baires