Hermano Luis…

No tengo seguridad de la fecha cuando le conocí, pero fue hace casi tres años… Él había sido invitado a la iglesia donde sirvo aún como pastor, por un filántropo que participa de nuestra fe llamado Moisés González. Recuerdo que vino muy elegante con su acompasado caminar cargando sus 88 años de vida. Era un hombre de estatura más bien baja, de pelo rizado, de sonrisa espontánea, de complexión mediana. Salí a su encuentro y en el salón de entrada nos saludamos y le di la bienvenida. Aquel día, eufórico me comentaba después, lo feliz que había estado en el servicio, de cuanto le había gustado el tiempo de las alabanzas, la liturgia, de lo impactado que quedó por la exposición de la Palabra. Tomé sus datos, le di los míos y dio inicio una relación hermosa que devino en su inserción a nuestra organización.

Su historia que conocí al paso del tiempo, trataba de un militar honorable que fue hijo de padres cristianos que le inculcaron la fe; que al terminar su milicia se hizo un especialista en estomatología, labor que desempeñó hasta su retiro. Fue un hombre de clase media, casado por más de 65 años con su esposa de siempre a la que atendía siendo ya nonagenario, en su apartamento del piso 15, en un edificio de ancianos a las orillas del río Hillsborouhg y muy cercano a la Martin Luther King Jr. Ave, en la ciudad de Tampa.

Su presencia permanente en nuestros servicios de sábados y su bonita voz, le hicieron ganarse la simpatía de la hermandad de la iglesia que lo prohijó, con himnos melodiosos de un amplísimo repertorio. Él era un referente de puntualidad, y aunque nuestros servicios comenzaran siempre a las 11 am, ya a las 9 y 30 entraba por la iglesia, para tener un espacio de oración y su tiempo de plática con su pastor. ¡Cuántas historias guardo de sus recuerdos! Me convertí en el cofre donde depositaba sus memorias, y me sentía extraño, que yo, mucho más joven le oyera abrir su corazón exponiéndome sus intimidades.

Ayer, volví a llamarle otra vez, pues hacia días que no contestaba mis llamadas, ya que después de la pandemia, esos edificios fueron cerrados para los visitantes externos y cada semana le hablaba y le escuchaba de mucho gusto. Mi llamada fue respondida esta vez, pero no era su voz, y me desconocía… Era su hijo que estaba en casa…

El anciano me había hablado muchas veces de él, pero en sus breves visitas desde otro estado, no coincidimos nunca. Le dije que quería hablar con el hermano Luis… Hizo silencio y me dijo: Pastor, mi padre falleció… Me conmoví comprendiendo ahora perfectamente las razones de su silencio. Le expresé mis condolencias a su vástago y pensé en la eternidad de la que tanto hablábamos cuando nos reuníamos, y con mi guitarra uníamos nuestras voces en himnos de gloria centenarios. El partió amando a Dios, a su familia, a sus hermanos, y hubiese querido apoyarle, apretar su mano, orar juntos otra vez… pero me queda la seguridad de que un día se unirá al coro angelical adorando al Jesús que amó tanto en la tierra. No puedo emborronar cuartillas pensando en la tristeza que nos produjo su ausencia, porque él partió lleno de esperanza de una vida mejor al regreso del Gran Rey.  Entonces apenas puedo decirle, nos vemos en la patria del alma, Dios mediante hermano Luis…

-Dr. Sergio González

2 comentarios en “Hermano Luis…

  1. Que hermoso escrito. Como siempre Dr. hasta me parecía cuando termine de leer que lo conocía, por la forma en que lo describe, gracias ojala que tuviera más tiempo para que nos pudiera bendecir más seguido con estas bellezas que nos encantan.
    Bendiciones

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