En el mes de las flores con la primavera, además de su belleza estacional también participamos de la alegría homenajeando a unos seres extraordinarios que acumulan siglos de amor incondicional. Sí, sencillamente ellas desde siempre y para siempre, se erigen como paradigmas de ternura y ahínco sin reservas, ni sintomatología de debilidades. Ver la incipiente gravidez de su vientre, muestra los prolegómenos de un para siempre con los seres que en lo cóncavo de sus entrañas se forman recibiendo sus nutrientes. Contemplar el amamantamiento a su prole, es la sublimación de una vida vertida en otra. Y así, casi sin apreciar cuanto de valor y bondad andamos a veces sin hacer un alto para mimar, besar, agradecer a esos seres fuera de toda comprensión humana por la grandeza de su amor. Si esto pasara en tu vida, por favor detente y dedícate con todas tus fuerzas a paliar las penas y tristezas de una madre. En enero pasado, disponiéndome a partir de mi nación por un tiempo desconocido, fui a despedirme de los míos al pueblo donde nací. Antes de regresar a casa, me dirigí en solitario al campo santo donde descansan los restos de mi madre, esa viejita sin igual que tanto amor me prodigó mientras transitaba por la vida. En la soledad y mientras el viento cantaba su canción entre los frondosos árboles que engalanan la sobriedad del lugar, toqué con mis manos la lápida que distingue el nombre de mi mamá y pensé en ella con el corazón quebrantado por el dolor de mi orfandad. Recordé cuantas noches de desvelo continuo por el chico rebelde, pensé en sus besos cargados de ternura sin parangón que solo ella podía dar, y mientras el manantial de mis ojos fluía con fuerza, di gracias a Dios por haberla tenido. Y ahora muy lejos, cuando la rosa que portaré este día de homenaje y deferencia será blanca por su ausencia, pienso en mi madre sabiendo que la dicha efímera de su fugaz paso por la tierra, bendijo mi vida y la de mis hermanos. Y cuando muchos disfrutan la presencia de sus progenitoras, yo apenas vivo del recuerdo de ánforas que ella llenó con su amor sin igual. Mayo, mes primaveral y florido, evocación y encanto de hijos y familiares, llegas con tus motivaciones cargadas de regalos y bondades, y aunque en lo personal no pueda celebrar y besar la noble frente de quien me dio la vida, sigo y seguiré dando gracias por ella, por sus cuidados convirtiéndome en un hombre de bien, parte de su legado y herencia. En el presente junto a la otra fuente de mis atenciones, esa Dulcinea que me acompaña durante los últimos veinticuatro años de mi existir, regalándome dos hijos excepcionales, aprecio cada vez más a los poetas que sublimizan su amor, en un mimetismo que solo es comparable con el de Dios. Por ello, cuando puedas o no, date al mimo, la caricia, el respeto venerable a quienes no tienen sustitutos para amar en la creación de Dios.
Madres de todas las edades y colores, desde las profundidades del sentir de alguien que fue muy amado, y que entiende el valor de vuestro velar incondicional, de su inquietud por el avance de la noche cuando los chicos no están en casa, por sus lágrimas vertidas, por sus sonrisas cuando el dolor oprime, por ocupar un lugar de privilegios por la fuerza de sus ternuras, les bendigo y ruego porque la felicidad les sea su compañera constante. En esta vuestra conmemoración, con toda mi razón y sentimientos: Felicidades…
Hermano y amigo,
Mi corazon se siente y mis ojos no pueden detener la imagen de una madre sufrida y marcada por el luchar del tiempo. Recuerdos que hoy simbolizados en lagrimas corren por las mejias que mi madre tantas veces haya besado. Usted me ha hecho recordar la madre de mi niñez, la madre de sufrimientos, aquella madre mia que hoy, aunque aun viva en esta Tierra, la tengo a distancia en la cual verla y acariciarla y echarme en su regazo es casi imposible.
Mas le agradesco de corazon que haya traido este sentir a mi alma, pues escuchando sus palabras en mi mente al hablar de su madre, una vez mas puedo admirale y sentirme orgulloso de poder ser su hermano y amigo.
Que haya bendicion,
NB