En París, existe un parque floral donde se realizan exposiciones de bonsais. Allí hay un haya en miniatura; con sesenta años, pero su tamaño es igual al de una gran coliflor, sus hojas no son más anchas que una uña. Allí también se muestra un arce de 80 años, cuyas raíces caben en una maceta.
Este resultado contrario a la naturaleza se obtiene al podar las raíces y mantener el vegetal al límite de la supervivencia. En el extremo oriente del mundo, los japoneses son maestros en esta clase de horticultura.
Ciertos cristianos lastimosamente nos parecemos a esos mini árboles; pues la vida espiritual tiene cierta autenticidad, pero parece débil y poco desarrollada. Nos faltan el gozo, la animosidad y el testimonio. Dios hizo los árboles fuertes para que crecieran en el bosque y no para que fuesen reducidos en un estante. Nos ama mucho salvándonos y quiere que la
vida que nos comunicó, se exprese con toda libertad. En el tenebroso mundo en que vivimos donde cada día la violencia y la corrupción toman libre curso, él quiere que seamos testigos de un cambio que se opera cuando le recibimos.
Dice la Sagrada Palabra: “…El varón que confía en el Señor… será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; en el año de sequía no… dejará de dar fruto…” Jeremías 17:7-8
La fronda y el verdor de los árboles, son las muestras de su inequívoca salud. Mirémonos en ellos y aprendamos esta metáfora. Dios nos quiere gigantes, no enanos o nimios. Atrévete a reverdecer tus ramas y da fe de tu gracia salvadora, obrando.
Al menos, esa es mi modesta opinión.
Dr. Sergio de la C. González.
Querido Doctor Sergio, yo he tenido algunos de esos árboles bonsái y me gustan mucho, aunque estoy de acuerdo contigo, y está excelente la metáfora. Dios nos ayude a crecer y a ser fuertes y a vivir para el propósito por el que fuimos creados.
Agradezco mucho tus aportes, más teniendo en cuenta que dispones de poco tiempo. Dios te siga bendiciendo.