Digámosle adiós al año viejo con sus sinsabores y tristezas, así como con sus alegrías y bendiciones, y abracemos en una efusiva bienvenida al nuevo año, con sus incertidumbres y sus expectaciones. Quizás te hayas preguntado: “¿Qué nos traerá este año? ¿Será mejor o peor? Llenémonos de esperanza, de buenas resoluciones, de optimismo y dicha, porque el Señor ha tenido a bien que concluya el viejo año, que quede atrás con sus victorias y sus derrotas y entremos ya de lleno al 2013. Y aunque en verdad no sabemos lo que nos depara, que cada día que tengamos que enfrentar, si nosotros le entregamos a Dios el timón de nuestro destino, seguramente caminaremos a puerto seguro, y si aceptamos Su divina voluntad, y acatamos Sus preceptos, de nada nos arrepentiremos, porque Él quiere lo mejor para nosotros, aunque a veces no lo entendamos.
Yo tengo una nieta pequeña que a veces cuando salimos y le ponemos el cinturón del carro, ella llora y se rebela, porque no quiere sentirse amarrada, cualquiera que la ve con esos berrinches pensará que es un abuso lo que estamos cometiendo con ella, porque llora y llora hasta que se cansa, hasta que al fin tiene que ceder. Así idénticos somos nosotros, tristemente, lloramos, nos rebelamos y no entendemos el propósito de Dios. No podemos comprenderlo, como mi nietecita, que nuestro amor hace que la aseguremos, que aunque ella no lo entiende por sus pocos años, nosotros queremos protegerla de algo terrible, como si en un frenazo ella cae del asiento y de tantas otras cosas. Por esa razón preferimos que llore, pero que esté resguardada.
Dios nos ayude a ser entendidos de Su voluntad, y este año que comienza estemos listos para doblegar nuestra voluntad a la de Dios, que podamos acatar cada una de las cosas que nos pida, aunque no lo entendamos, y será un año de victoria. Unámonos a David, el dulce cantor de Israel, para decir: “El hacer tu voluntad, Dios mío, hame agradado y tu ley está en medio de mis entrañas”, porque estamos en las mejores manos, la de nuestro Creador y Dios.
Y con el apóstol Pablo digamos: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mi” (Gálatas 2:2).
Dios nos dé en este nuevo año coraje para cambiar y desechar lo que a Dios no le agrada, y mucho amor para subir la empinada cuesta con el único anhelo de llegar hasta la cima de la santidad y la amistad con Dios.
Feliz año nuevo a todos mis amigos y lectores del Rincón de amistad.