Cuando comencé esta pequeña serie de Notas Breves sobre la vejez, no lo hice pensando en persona alguna, más bien lo hice pensando en algo material. Resulta que en el diario de esta ciudad apareció un artículo sobre una nave espacial que como les dije en la Nota anterior, había orbitado la tierra a 28,160 kilómetros por hora, una velocidad más rápida que una bala de fusil, pero ahora, ya viejo o retirado, avanza a paso de tortuga, menos de tres kilómetros por hora, halado por un aparato remolcador.
La inmensa nave espacial, con sus colores azul y blanco y sus costados curtidos por los millones de kilómetros recorridos en el espacio y dos docenas de reingresos a la atmósfera terrestre, avanzó lenta y pesadamente por las calles de vecindario, sobre un transporte con 160 ruedas.
Miles de personas esperaban el cruce del viejo gigante para tomar fotos del mismo y se escuchaban muchos y variados comentarios sobre el historial de aquel gigante que ya había pasado a la historia…
Eso fue lo que me inspiró, para escribir algo sobre la vejez. Ver esa maravilla de la era espacial, como cansado, rendido por las luchas de la vida. Vida que deslumbró a millones de seres humanos, y ahí está quieto, inmóvil, arrastrado por un remolcador. ¡Aplastado por los años! Así sucede con los grandes héroes de mil batallas, liberando pueblos, obteniendo grandiosas victorias, pero al fin la vejez los vence.
Grandes figuras de los deportes, campeones de su especialidad, y los hemos visto convertidos en poco menos que guiñapos humanos. Hombres, que en la politica, en las ciencias, en la religión, etc., etc. se destacaron en su juventud realizando obras portentosas que han quedado para la posteridad, y hoy apenas se habla de ellos o se les toma en cuenta si aun viven, aunque disfrutemos de los resultados de sus maravillosas obras… Así es el fin del ser humano, y en muchos casos, el pago de algunos ha sido… el olvido.
Pero para los creyentes, hay una esperanza muy grande y muy firme. La promesa y recompensa del Salvador, nuestro Señor Jesucristo. ¡Esa nunca fallará! Por ello es que cada día testificamos a la humanidad que en Jesús, hay felicidad, paz y bendición, y una grande y gloriosa promesa de vida eterna. Eso será ¡la eterna juventud!
Así pues no nos entristezcamos como los que no tienen esperanza… En Jesús, hay ¡vida nueva! No más temores y preocupaciones por la vejez. Aquí en la tierra, todo termina, los dolores, los sufrimientos, los achaques de la tercera o cuarta edad. Todo tiene su final. Pero los que esperan en Jesús, tienen una gloriosa esperanza, ¡Vida saludable y esperanza de eternidad! Allá nos veremos, con la ayuda de Dios. Hasta entonces pues…
Ap.Florentino Almeida
Pensamiento: «Envejecer es el único medio de vivir mucho tiempo.»