No sabía su edad, aunque ahora conozco que tiene 61 años, pero esto no me preocupa cuando escribo de ella. Hace mucho tiempo que la he tratado, solo que ahora la veo más joven. De ébano oscuro el color de su piel y extremadamente delgado su cuerpo, pues décadas de vida tironeada por un continuado aliento etílico, han hecho mella de su anatomía. Desde hace unos meses a la fecha, es visita continuada a los servicios de mi Iglesia. Verla allí, me conmueve y me ratifica que son insondables e indescifrables los caminos de Dios, y que Él ama sin distinciones al más despreciable de los seres por quienes su Santo Hijo, dio su preciosa vida en rescate del pecador arrepentido. Ella llega temprano a los programas y se sienta tranquila, disfrutando la paz que la casa de Dios reserva a sus asistentes. Tiempo atrás, impulsada por el vicio, era algo así como una marioneta tirada por un hilo de alcohol, o péndulo oscilante de un reloj de quimera, según la métrica de mi poeta cristiano favorito, el ya finado pastor evangélico Rodolfo Loyola.
Ella todo lo tenía, y entre las cualidades que posee, es que ha sido siempre una persona amable, sonriente, que al saludarnos nos decía: ¡Y qué mi vida!, o cualquier otra frase hermosa de su abundante repertorio. Ágil, dinámica, vital, sostenía con creces la fuerza de una familia. Pero la vimos sostenidamente caer y caer atrapada por el alcoholismo, enfermedad que cada día gana terreno entre los seres humanos. En estos tiempos, justificaciones sobran para empinar el codo cuando escasean los elementos esenciales para la vida, y entonces siempre el alcohol, omnipresente caballero de cada convite, se convierte en la utópica solución arrastrando tras si oleadas de suicidios, crímenes y violencias sin nombre. Años atrás el esposo, un gentil y laborioso hombre de bien no soportó más su compañía, y dejó el hogar un día buscando un nuevo nido. Pero ella continuó su estilo de vida y su trabajo también lo perdió, pese a muchas y variadas oportunidades que le dieron para reflexionar y comenzar de nuevo. Por eso, cada mañana, tarde, o noche que le veía pasar frente a mi casa para dirigirse a comprar una bebida casera que por acá llaman “chispa de tren”, “diente de tigre”, “guafarina” o cualquier nombre que a los creadores de la subcultura de hoy se les ocurra, me dolía su tragedia. El alcohol, palabra eufemística para señalar el mal presente en los divorcios, accidentes, enfermedades, causa de violaciones sin nombre ni parangón, continúa haciendo estragos por el mundo. Puede faltar en una fiesta quizá el alimento, pero dispuesto y preparado se encuentra el alcohol. Y ellos, los parias del mismo, generalmente dejan sus recuerdos al futuro, portando la botella como símbolo o estilo de vida en cualquier imagen tomada. A ella la vi muchas veces con apenas el equilibrio para caminar algunos pasos, y no podía entender como aquel cuerpo consumido y extremadamente delgado, podía asimilar las grandes dosis de la droga más difundida por el mundo.
Ayer mientras visitaba un hogar de los miembros de mi Iglesia, supe que desde allí cada tarde se le asiste con alimentos elaborados con toda la delicadeza, de un amor que se vive y se practica. Y todavía aun viéndola a veces en el templo, me resisto a creer lo que contemplan mis ojos, y en cada anuncio le doy la bienvenida y la estimulo a continuar su relación con Dios. ¡Que alegría ha traído al pueblo su inserción en el mundo del Cristianismo! Hace apenas tres meses que dejó de beber, y hoy, limpia, aseada, perfumada y digna, toma camino a la iglesia junto a su anciana madre, que también nos visita. Marilú o Chinita, la borracha del pueblo, se ve extraña sentada en una de las pulcras bancas del templo, pero a ella también papá Dios la ama y nos ha permitido decirle a tiempo que su cambio de vida, creyendo en Él, tiene remuneración en el reino de los cielos.
Cuando escribo acerca de ella, hurgué en la Enciclopedia Encarta tomando algunos datos sobre el tema del alcoholismo para mejor comprensión de lo que expreso. Allí encontré algunos comentarios de los que cito cosas que resultan aterradoras: “…la Organización Mundial de la Salud (OMS) define el alcoholismo como la ingestión diaria de alcohol superior a 50 gramos en la mujer y a 70 gramos en el hombre. Los alcohólicos pertenecen a cualquier capa socioeconómica, raza y sexo, y aunque afecta al sector masculino adulto, su incidencia está aumentando también en el presente entre las mujeres y los jóvenes originando dificultades en las relaciones familiares, pérdidas de los trabajos o incrementando las estadísticas letales que generan los accidentes de tráfico. Actualmente el alcoholismo ha sido caracterizado como una enfermedad, con todas sus consecuencias y derivados. En los principios de la adicción, el consumidor puede representar una alta tolerancia a la ingestión del alcohol, consumiendo más y mostrando menos efectos que cualquier otra persona normal. Sin embargo, casi sin darse cuenta el alcohol principia a cobrar cada vez mayor importancia en sus relaciones personales, en el trabajo, en la reputación, y aún en la salud física. Es entonces cuando el ya considerado enfermo, pierde el control sobre la droga y es incapaz de moderar su consumo. Solamente un pequeño porciento del alcohol que se consume se elimina por la orina, el sudor y los pulmones; y la mayor parte pasa al hígado, donde las enzimas lo metabolizan y descomponen en derivados más inocuos, que son eliminados del organismo unas seis u ocho horas después. Por lo general, la velocidad con la que el alcohol se absorbe y acumula en la sangre es mayor que la velocidad con la que se metaboliza y elimina, lo que favorece el aumento de su concentración en sangre. Cada persona tiene una susceptibilidad individual a los efectos del alcohol, de manera que una misma dosis puede producir efectos de diferente intensidad. Es interesante saber que el consumo de grandes cantidades priva o deprime los procesos superiores del pensamiento, acrecienta la autoconfianza y reduce el retraimiento, la angustia y los efectos de infracciones. Las situaciones tristes o dificultosas parecen menos malignas y el lenguaje se hace inseguro. El desperfecto del juicio puede dar lugar a conductas irreflexivas y los instintos corporales y la conexión muscular pueden verse notablemente afectados. Los efectos que genera el alcohol sobre los principales sistemas del organismo, se acumulan e incluyen lesiones que pueden ser parcialmente cambiables tras la sobriedad y otras que se mantienen de forma indefinida. La ingestión crónica de alcohol lesiona el sistema nervioso central de forma irreversible. Se producen trastornos amnésicos persistentes, alteraciones graves de la memoria, demencia crónica y trastornos psiquiátricos, como ansiedad, alucinaciones, delirios y alteraciones del estado de ánimo. Produce además, alteraciones en el aparato digestivo, entre las que destacan la esofagitis, la gastritis, úlceras gastroduodenales y las pancreatitis agudas. En un 20% de los alcohólicos aparece una cirrosis, un trastorno irreversible en el que el tejido hepático normal es reemplazado por tejido fibroso, produciendo una alteración muy grave del funcionamiento hepático. La ingestión de alcohol puede lesionar también el músculo cardiaco, originando arritmias e insuficiencia cardiaca. Casi un tercio de los casos de miocardiopatías se deben al abuso de alcohol. Otros efectos son las anemias, la amenorrea y los abortos en la mujer, y la atrofia testicular y la disminución de la capacidad de erección en el hombre…”
Conocer de estas y otras cosas nocivas para la salud humana por un producto que ha creado el mismo hombre, hacen pensar con detenimiento cuanto daño hay detrás de su consumo. Pero esto es una historia de siglos. La Biblia, inmortal en el tiempo nos habla de un justo, el único de la tierra para su entonces, sin embargo, cuando llegó el alcohol con sus efectos maléficos andaba desnudo, sin preocupaciones ante los familiares que le rodeaban. Triste, muy triste es la imagen del inmenso Noé, con su historial empañado por el uso indebido del licor. El predicador de más de un siglo, practicando y predicando al advenimiento de un juicio universal, fue reducido a la vergüenza por el efecto del vino. La Palabra nos dice: “…Y comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó una viña: y bebió del vino, y se embriagó, y estaba descubierto en medio de su tienda. Y Châm, padre de Canaán, vió la desnudez de su padre, y díjolo a sus dos hermanos a la parte de afuera. Entonces Sem y Japhet tomaron la ropa, y la pusieron sobre sus propios hombros, y andando hacia atrás, cubrieron la desnudez de su padre, teniendo vueltos sus rostros, y así no vieron la desnudez de su padre…”
El tema del vino y su utilización por la cristiandad, es algo dicotómico. Algunos aceptan su uso y otros lo rechazan. Su aceptación a los ojos de Dios y su rechazo, están entretejidos en la estructura de la Palabra de tal modo “…que puede alegrar el corazón del hombre…”, según el Salmo 104:15, o hacer que cometa errores, según Isaías 28:7 “…Pero también éstos erraron con el vino, y con sidra se entontecieron; el sacerdote y el profeta erraron con sidra, fueron trastornados por el vino; se aturdieron con la sidra, erraron en la visión, tropezaron en el juicio…”
Eclesiastés 10:19 asocia el vino “…con la alegría para los vivos…”, e Isaías 5:11 con la ira “…¡Ay de los que se levantan de mañana para seguir la embriaguez; que se están hasta la noche, hasta que el vino los enciende!…”
Y en las manos de Melquisedec, el vino sirvió para manifestarle honores a Abraham en Génesis 14:18 “…Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo…”
Yo de momento, solo trataré de enfocar verdades legibles para cualquier humano que tenga una porción de las Sagradas Escrituras en sus manos, porque leyendo algunos textos Ud. pudiera sacar algunas conclusiones acertadas.
Proverbios 20: 1 “…El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio…”
Proverbios 23: 30-33 “…Para los que se detienen mucho en el vino, para los que van buscando la mistura. No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa, se entra suavemente, mas al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor…”
Oseas 4:11 “…Fornicación, vino y mosto quitan el juicio…”
Efesios 5:18 “…No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu… “
Quizá algún día retome este tema y abunde sobre el uso del vino, como patrón del alcohol en la Palabra; pero hoy solo quiero apreciar los efectos nocivos que este flagelo tiene para sus consumidores. Porque Chinita o Marilú, la borracha del pueblo, con su transformación hoy honra mi iglesia, mi ministerio, en esa aldehuela desconocida donde predico de Jesucristo con su misión escrita en un cuadro grande y repetida como lema de la Iglesia local: Convertirnos en un lugar de adoración tan especial, donde el Espíritu Santo se complazca en transformar las almas, y convertirlas en seguidoras fieles del Señor Jesús. Hace apenas dos meses, en la última Convención Nacional de Pastores de la iglesia, exactamente la número 25, se dio a conocer a todos los presentes, que mi Iglesia de Banes, la que atiendo como pastor, la que llamaban Ciudad de Refugio, desde el año 2004 hasta el 2010, o sea durante los últimos seis años ha sido la mejor iglesia cubana por sus resultados ascendentes, con la metafórica puerta de atrás cerrada. Solo sumar y multiplicar han sido las tablas de nuestra aritmética, que vaya coherencia, es la misma de Jesús. Y Chinita, también entró al reducto, al refugio, y es parte del asunto con su cambio, porque varios y varias como ella, han sido rescatados del poder de las tinieblas, y hoy caminan con el Rabí de Galilea de compañero engrosando nuestras filas. En lo personal, el reconocimiento lo asumí con la mesura del apóstol de la nación cubana, el mayor general del Ejército libertador José Julián Martí y Pérez, cuando dijo: “…La gloria del mundo cabe en un grano de maíz…”, y más aun todavía por la palabra de mi Señor, que me expresó hace milenios: “…Cuando lo hayas hecho todo, solo eres un siervo inútil…” Nada nos envanece. No me preocupan los honores, pues siempre he trabajado para Dios y las menciones de los hombres no me mueven. Dios es mi lema, mi consuelo, mi meta; solo digo, a Él por los siglos de los siglos, toda la gloria de lo que humildemente soy o hago. Por eso, nada mejor que tomar un aporte a esta meditación en el lenguaje de las musas sobre el tema del alcoholismo para honrar la memoria de Loyola, un poeta incomprendido en nuestro medio, que dejó su traza con el poema Marcelo.
La boina apretada entre las manos, Marcelo se ha quedado en un rincón Ha perdido interés el cuenta historias; Las doce campanadas de la Iglesia Tuvo esposa, tiene hijos, y cuando apura el vino Al verle, los mozuelos le provocaban a gritos: Ayer mismo le vi carretillando piedras; Aquel Ebrio de amor, crucificado que Zigzagueando por las calles desiertas, Yo también tuve culpa de tu ruina total. |
En ese desafío cruel contra el vicio, con fuerzas espirituales, hemos podido rescatar a Chinita, la Marcela de nuestro poblado. Ella cada día nos repite con su presencia, que Jesucristo puede aun solucionar problemas tan delicados como la adicción. Y tu, amigo o hermano que lees estas líneas, en tu paso por la vida mira hacia el lado, hacia atrás, al frente o hacia abajo, porque ellos estarán ahí todavía, porque quedan muchos Marcelos y Chinitas por el mundo, que desesperadamente solicitan nuestra ayuda, pidiendo a gritos nuestra opción para su mal; nuestra única y salutífera medicina: Jesucristo de Nazaret.
Sé que es difícil acercarnos a ellos por sus olores nauseabundos, por lo sucio de su indumentaria, por la molestia de su trato empalagoso, o porque desde nuestra altura, no miramos esos seres que desde ya destinamos al infierno, pero Marilú o Chinita, la borracha de mi barrio, me ratifica una vez más que la fe en Jesús tiene poder, y que mi misión es esforzarme por traer al redil a muchos que como ella necesitan un Salvador. A eso he dedicado mi vida desde que fui ordenado como pastor hace un cuarto de siglo; a buscar aún entre lo execrable y repudiado, alhajas de valor colosal. Verla feliz, amando a Dios y agradeciéndole por el cambio que operó en su existencia, me dice que no estoy viviendo en vano. Y todo eso aunque no haya muchos bienes materiales, pero ella, la mujer de ébano, la borrachita del pueblo, gratifica mi esfuerzo personal por haber arrancado una espina y sembrado una flor.
Al menos así lo creo.
-Dr. Sergio dela C. González
Que belleza, que linda experiencia pastoral. Revela una vez mas la gracia y misericordia de Dios.
Solo hay un medio para resolver los grandes problemas que aquejan a la humanidad: !EL EVANGELIO DE CRISTO! No hay otra solución.
Gracias doctor
Mandeme su correo electrónico.
Saludos amigos y amigas de Rincón